ALÍ LAMEDA.

                                                               ALÍ LAMEDA

 
Alí Lameda nació en San Francisco-Carora, estado Lara, República de Venezuela,  el 12 de junio de 1923, sus padres fueron Antonio Lameda y Fabricia de Lameda. Alí Lameda desde muy joven comenzó a viajar.

Su viaje a Carora:
En su estadía en Carora Hizo su primera escolaridad en la Escuela Egidio Montesinos, dirigida por el maestro Pablo Álvarez. Obtuvo un trabajo de traductor del francés al castellano y corrector de Obras Culturales de la Editorial del Estado.  Alí Lameda también tenía una duda y era, que también le gustaba la política cuando leía sobre Chío Zubillaga, pero antes de tomar una decisión prefirió consultarlo con el mismo Chío ya que lo consideraba una guía espiritual.

Aún siendo muy joven regresó a San Francisco en sus vacaciones donde conoció a su primer amor Carmen Elena y tuvo un romance con ella. Ellos sólo se veían siempre después de las 10 de la noche y antes del amanecer se tenía que ir, ya que ella estaba en pleno divorcio con un hombre machista y primitivo; en todas sus vacaciones hubo una noche distinta en la que por primera vez se sintió capaz de conquistar y seducir a una mujer con su pleno consentimiento. Regresó a Carora después de sus vacaciones y se encontró con la buena noticia de que abrirían primer año de bachillerato, lo cual haría que él permaneciera por más tiempo en esa pequeña pero importante ciudad; Carora, por la presencia de Chio Zubillaga y su rol de gran maestro en la juventud de aquel entonces.

Su vida fue consagrada a la poesía y contribuyó modestamente a construir una sociedad libre, igualitaria y feliz, donde todos los hombres y mujeres de la tierra pudieran disfrutar antes de morir. Su imaginación se ha convertido en su única arma de lucha para no morir en la soledad del calabozo.

Pensó en su traslado a Barquisimeto a continuar sus estudios en el liceo “Lisandro Alvarado”; en la academia cultural “Mosquera Suárez”. En dicho liceo cursó cuarto y quinto año de bachillerato, se graduó de bachiller y con su flamante título se fue a Bogotá-Colombia a realizar sus estudios de medicina, su inclinación a la poesía y no prematuro interés en participar en la política de su país y en periodismo político y literario, lo hicieron abandonar sus estudios de medicina y regresó a Barquisimeto. En esta nueva estadía en esta ciudad se involucró a la academia “Mosquera Suárez” y conoció a su fundadora y directora Casta J. Riera, una excepcional mujer que dedicó su vida a preparar a miles de jóvenes venezolanos para el trabajo técnico y administrativo. Al lado de la academia fundó una Editorial en la que publicó su primer libro de poesía titulado “Polvo del Tiempo”. El estímulo de Carmen J. Riera fue fundamental para continuar con sus trabajos literarios, escribió versos, ensayos y narraciones, algunos de los cuales envió al semanario “Cantaclaro” y otros los guardaba para su revisión futura.

Luego se fue a visitar a Carmen Elena quien había adquirido una pequeña pero hermosa casa en la Avenida Libertador, entablaron una conversación y a mitad de ésta recordó que debía viajar a Caracas para terminar sus estudios de medicina que había truncado en Bogotá; esa noche la pasó con Carmen Elena en casa de ella y en la mañana se fueron juntos a la academia “Mosquera Suárez”, Carmen Elena para continuar con sus estudios y Alí Lameda para entregar una artículo periodístico sobre la Obra Cultural de Chío Zubillaga en Carora para la revista “Alas” que dirigía Casta J. Riera quien le dijo que él y Chío debían realizar una función cultural complementaria en el Estado Lara que han estimulado e impulsado a mucho jóvenes hacia el estudio y la superación intelectual, también les dijo que la labor de Chío no tenía comparación.

Ese día fueron al río turbio y en la noche se quedó de nuevo en casa de Carmen Elena y luego de la cena dieron comienzo al juego amoroso de la despedida, se despidieron en la mañana y Alí Lameda si fue a despedirse de Chío Zubillaga y cuando llegó Chío le comentó que había enviado un artículo de él al poeta Carlos Augusto León para que lo publicase en la revista “Aquí Está”, pero no había sido publicado. También le entregó dos cartas, una para su amigo el poeta Luis Beltrán Guerrero y la otra para Dr. Jesús González Cabrera y le dijo que esperaba y no lo defraudase.

En su viaje a Caracas:
Estando en Caracas intentó continuar con sus estudios de medicina que había iniciado en Bogotá-Colombia y los había abandonado por su irrefrenable vocación literaria. Nunca pudo concentrarse en sus estudios en la Escuela de Medicina de la Universidad Central de Venezuela hasta que conoció a Mireya, una morena de senos exuberantes, labios gruesos muy sensuales y una sonrisa cautivadora y un cuerpo escultural, que unidos a su carácter extrovertido hacen de ella una beldad tropical. 

Alí Lameda fue a la redacción del seminario “Fantoches” a conocer a su director el Dr. Jesús González Cabrera, quien lo recibió de inmediato, allí encontró al poeta Luis Beltrán Guerrero y les entregó las cartas de Chío y luego de leerla les dijeron que si Chío lo recomendaba debe ser un gran poeta y un gran escritor y que iba a tener un gran futuro y les pidieron que hiciera un “Canto para París”. Todas las noches meditaba acerca de que escribir y una noche recordó que Chío había vivido en París, que leía y hablaba en francés y que le había dado las primeras lecciones de esa lengua. Con la inspiración que siempre tenía al recordar a su maestro Chío escribió:

                                    Canto a París:


Desde el amargo luto, desde el frío
martirizado lirio ceniciento,
junto a la hoguera de invernal lamento
y el azuloso pétalo sombrío
Llega París con el profundo vuelo
de tu terrestre sideral victoria,
llega con el secreto de la gloria
que abierto ya te aguarda nuestro cielo
Rompe la niebla del recuerdo oscuro
llena de luz la soledad desierta
y que otra tu luminaria muerta
nos siembre estrellas en el pecho duro.




Compenetrado con el rumbo de La Segunda Guerra Mundial se dedicó también a leer la más amplia literatura posible sobre la consecuencia del desenlace final. La derrota definitiva de los nazis le dio un vuelco al mundo por la presencia de la unión soviética en el escenario occidental. Escribió “Evocación de Rusia” dedicada a su maestro Cecilio Zubillaga, con quien había compartido los avances del socialismo. De la cual sólo colocamos su introducción:




Del tiempo, del oscuro
ámbito quejumbroso, germinal, estrellada
de la sombra, del polvo, del hielo duro y puro
y la dulce columna iluminada
ha nacido una tierra, entre la tierra,
un sonido terrestre como el agua, un violento
metal de luz ardiendo su constelada guerra:
ha florecido un día sobre el viento,
sobre las algas, sobre las orillas
que contienen las noches del océano helado,
sobre las taciturnas colinas amarillas
del azufre y el fósforo extenuado.


En su viaje a Praga:
Antes de llegar a Praga Lameda hizo una escala en París y luego en Varsovia para asistir con una delegación de la Juventud Comunista de Venezuela, integrada por Alberto Lovera, Jerónimo Carrera, Israel Lugo y un camarada de apellido Medina a una Conferencia Internacional de la Juventud Trabajadora. Sus camaradas checos se enteraron de que Lameda era becado y se ofrecieron a darle todo tipo de ayuda. Entre todos esos camaradas conoció a Vera una muchacha de rostro muy fino, en comparación con la imagen que él tenía de las mujeres caroreñas e incluso dmirable patriota checo que era una gran figura universal Julio Fuchik.

Luego de un tiempo se concentró en analizar junto a Vera las grandes transformaciones sociales y políticas que se había operado en lo últimos tres años el gobierno socialista y a redactar las dos primeras Gestas de “El Corazón de Venezuela”. La primera Gesta comienza así:

LA ROSA ANTIGUA

A donde el día puso sus órbitas radiantes
de luz maravillosa, poderosa;
a donde el tiempo lleno de abejas delirantes,
puro alzaba al espacio espiga diamantosa,
su hechizada corola primitiva.
A la tierra y sus negras florestas plañideras,
a sus filones arduos como una braza viva;
a las incomparables primaveras
de su amorfo dominio calcinado;
a la diadema ardiente de maíz, a la tersa
túnica de la yuca gloriosa, al abrasado
mediodía y su rubia girándula dispersa;
a la tierra en que ondeaba fino el añil su veste;
a su asperón, a sus raíces rudas,
a su llanura libre bajo el sol, a la agreste
paz de las dulces razas, pletóricas, desnudas;
a la embriaguez amada de la tierra que un día
dio al hombre el pan, la miel deslumbradora
y el agua y su fluctuante pedrería,
total y ansioso corre mi corazón ahora
por un camino ignoto de espanto y alegría.>




Para hacer esta primera Gesta tuvo su inspiración en la tierra perdida, en cualquier parte de América Precolombina. La Otra Banda de Carora, donde esa misma tierra le dio al hombre una inmensa noche llena de atributos espléndidos, con grandes estrellas y una pequeña luna que se turnan en la oscuridad y en el amanecer. Los primeros versos de la segunda Gesta dicen así:

EL PRIMER HOMBRE
(La leyenda de Ina-Uiki) 



En los dulces comienzos efluviantes
el tiempo y la gran noche primitiva,
cuando el mar descansaba sin peces rutilantes
y en la arcillosa cáscara pasiva,
con su prístino pétalo intocado
de nieve y heliotropo, dormían dulcemente
la flor del jazminero alabastrado
y la catleya de pavón fulgente;
cuando era, con sus leves arenas de umbelado
marfil, el Uenni un lago tranquilo, y la semilla
del semen primordial yacía fresca
bajo su enorme cúpula amarilla;
cuando en el glauco abismo de copa gigantesca
todo, la sal, el pórfido, los tules
del ópalo lechoso, flotaba allí sin nombre,
                                                   la Gran Madre, Ina-Uiki de pómulos azules,
                                                     formó sobre este suelo el primer hombre.


En su estadía en Caracas:
Su presencia en Caracas solo podía ser útil para cumplir una función intelectual. Su padre había fallecido, pero como era un hombre trabajador les dejó una casa en la que su madre los prodigaba con el amor y la atención que eran suficientes para conformar un hogar feliz. Regresó sin título de médico y necesitaba trabajar, pero lo único que él sabía hacer era escribir. Buscó a Miguel Otero Silva para que le diera trabajo y le entregó copias de sus tres primeras Gestas “El Corazón de Venezuela” quien para ese tiempo se llamaba “Canto de la Gran Patria” y después de leer las primeras páginas le dijo que esa sería su gran obra como poeta universal y le entregó la obra a Mariano Picón Salas quien era uno de los críticos calificados del continente.

La primera discusión en la que Alí Lameda tomó parte después de su llegada a Caracas fue en torno al Premio Nacional de Poesía al bienio 1951-1952 que fue otorgado a Félix Armando Núñez por su obra titulada “El Poema de la Tarde”, que provocó diferentes reacciones en el público. El veredicto del jurado para dicho permio lo hizo reflexionar sobre la poesía Nacional, escribir para “El Nacional” y poder expresar sus ideas en la cátedra de Castellano y Literatura en el Instituto Pedagógico Nacional.

Alí Lameda se encontraba en mejor lista de los venezolanos tenaces y silenciosos, concluyó la obra poética vasta que se había hecho en el País desde los tiempos de Juan de Castellano. Luego de un tiempo publicarían la primera parte de la intención del “Canto de la Gran Patria”, dicha obra es una de las más importantes que haya producido nuestra literatura.

Una parte de la tercera Gesta dice así:

LOS PREDIOS INTOCADOS:

Antes de que llegara un día a este sagrado
suelo del indio los Descubridores
todo era aquí perfecto, purísimo: las flores,
la dulzura del aire azafranado,
los peñascos, la lumbre con sus multicolores
vellocinos, el agua, las chifurnias, el cuero.
Todo era aquí invadido de colmenas,
esponjado por un sórdido reguero
radiosos y vasto sobre las arenas
del día, sobre el ágil
lomo de las serpeantes colinas intocadas,
sobre el ignoto yacimiento frágil
y las altiplanicies nacaradas.
Todo a la mano el hombre lo tuvo aquí perfecto:
la paz del yodo, el apio, la lluvia y sus bastones
prolíficos, los densos majales, el insecto
Y las preciosas alimentaciones.
De este modo la noche le era con un sonido
total, entre los valles cobrizos y las lomas;
propicio el sol, propicia la rosa de los vientos,
la miel propicia, el sumo de la hoja
azul, sus feculentos
jarabes, el ciclón, la hormiga roja,
la selva llena de estremecimientos.

Lameda participó en la lucha por la instauración de un régimen democrático venezolano donde estudiantes t profesores se unieron al pueblo ya que la represión policial contra estudiantes y profesores del Instituto Pedagógico Nacional y otras instituciones de educación media y superior era un verdadero crimen por la cultura y el progreso del país.


POR LA LIBERTAD DE ESTUDIANTES Y PROFESORES
DETENIDOS
POR LA LIBERTAD DE LOS PRESOS POLÍTICOS
POR EL DERECHO A LA EDUCACIÓN POPULAR Y
GRATUITA
Célula “Pío Tamayo” del Radio Educativo
del Partido Comunista de Venezuela.
Caracas 1956.



Después de discutirlo y aprobarlo en una reunión de la célula, el volante fue distribuido clandestinamente en el Pedagógico, también provocó una mayor represión y la incorporación al partido de varios profesores y estudiantes quienes buscaban una vía para caracterizar su protesta por la conquista de un gobierno democrático.

En la redacción de “El Nacional” Miguel Otero Silva le entregó dos libros que Alí Lameda debía analizar para sus próximas columnas de “El Cura y el Barbero”. Uno de los libros era la tercera edición de su novela “La Fiebre” y el otro Poesías Escogidas de Rafael Arvelo y Francisco Pimentel.

Luego de un tiempo publicó su obra notable, Venezuela Pre-colonial que era un trabajo de investigación etnológico. Rionegro un libro que tal vez no se acople mucho a las exigencias académicas de algunos sabios no se escapó de tener un valor científico como una de sus obras.

Al volver a “El Nacional” Miguel Otero Silva lo recibió como siempre, pero preocupado por el cerco policial sobre el periódico, le entregó un libro que tenía en sus manos y le dijo que escribiera una nota sobre El Sargento Felipe de Gonzalo Picón Febre y le pidió que se la enviara con la persona que más confiara y que creía que tenía que salir del País, pero que él quería que Alí Lameda siguiera escribiendo en su columna. Alí Lameda comprendió el motivo por el cual Miguel Otero Silva le pidió que se fuera del País, por lo tanto quería irse a Europa y estudiar cultura y política, pero no tenía como costear los gastos, y Miguel Otero Silva le dijo que se fuera a Roma como corresponsal de “El Nacional” y le pagarían en dólares lo mismo que cobraba aquí en Venezuela y que hasta podía contar con un aumento.


Su estadía en Berlín:
Al llegar a Berlín se dirigió a la casa del Partido donde se encontró con el periodista Cayetano Ramírez, el médico Rubén Ruiz y el estudiante de química Álvaro Pérez, junto con ellos compartió revolucionarias movilizaciones y eventos políticos, también estuvo en jornadas culturales para difundir el pensamiento de algunos escritores Venezolanos, inquietudes políticas y literarias. Cayetano le presento algunos dirigentes del partido y los militantes a los cuales les hizo hincapiés sobre la importancia de su presencia, la cual era estrechar los lazos políticos e ideológicos entre Venezuela y Alemania Oriental.
Elvira Tanze era una dama que se encontraba entre los dirigentes y le llamó mucho la atención, ya que ella trabajaba en una textilera en Berlín Occidental y se encontraba como dirigente en contra del capitalismo Alemán. Ellos se tuvieron empatía, por tal motivo decidieron verse a los pocos días y así dialogar sobre las jornadas políticas de Venezuela y el movimiento capitalista de Alemania; este partido lo hospedó en la estación del metro de Lichtenberg donde recordaba a Andreina a cada momento. Mientras aprendía a hablar alemán se dedico a discutir con Cayetano sobre la novela Batalla Hacia La Aurora. De Andrés Nariño Palacios.

Luego de un tiempo se encontró con Elvira Tanze en una reunión de la casa del Partido Alemán y la invito a tomarse un café, luego de ésto la llevo a conocer su apartamento, en el cual comenzaron una relación amorosa, Elvira se fue a su casa y a su trabajo en Berlín Occidental.

Al poco tiempo Elvira regreso al apartamento de Lameda, y encontró en el piso un sobre con la invitación para asistir a los actos conmemorativos de los diez años de la Republica Democrática Alemana, un suceso muy importante; con la tarjeta de invitación en la mano se dirigieron al lugar de la concentración; al terminar el acto decidieron buscar a Cayetano y a Álvaro para celebrar entre amigos comenzaron hablar sobre el desarrollo de la Republica Democrática Alemana.

Gustavo Machado le informó desde Caracas que Jesús Faría, Secretario General del Partido Comunista de Venezuela, Iba a visitar la Republica Democrática de Alemania y le pidió que lo acompañara a todas aquellas actividades políticas que requerían la presencia de algunos venezolanos residenciados en Berlín. Tiempo después de su llegada lo acompañaron el 27 de agosto a un acto que dio a conocer dicha Republica, luego de la reunión fueron a despedir a Farías quien seguía de viaje para Moscú. Pero antes de irse fue invitado a la Feria de la Paz, donde él se despidió convencido de que la República Democrática Alemana avanza a un ritmo prodigioso hacia el socialismo y el comunismo, nadie podría detener su marcha triunfal con ese clima de prosperidad y estimulo a la creación material y espiritual.

Lameda encontró las condiciones ideales para continuar trabajando y terminar su poemario “El Corazón de Venezuela”; su primer avance fue el Canto a Guaicaipuro “El Gran Cacique”. La primera parte decía así:



Hermoso era el Cacique, precioso; que lo diga
la adintelada noche que lo miró creciendo.
Se alzaba sobre el suelo como una gran espiga
mineral, de azulosos cabellos floreciendo.
Lunar era el Cacique, de escamas alunadas
era la piel del torso bruñido y encendido
que erguía en sus celestes regiones invioladas.
Solar era el Cacique, como un sol, y fundido
en un solemne bronce de fundición radiosa.
De tierra era el Cacique, su brazo era de tierra
delgada, su cabeza como una negra rosa
espléndida, y su pecho floreal como la sierra
por donde a grandes saltos paseaba su hermosura,
su desnudez suntuosa de piedra centelleante.
Enorme era el Cacique, su pálida estatura
tocaba con su frente la cúspide acechante
del gran cerro que el valle metálico domina.
Pequeño era el Cacique dorado, no más grande
que un minúsculo talle sutil de clavellina,
ni más que el jazminero que su perfume expande
cuando cae el crepúsculo sobre el suelo y lo viste
de agudos resplandores de tornasol y grana.
Bravío era el Cacique; más que el cuerno que embiste,
más duro que el obscuro macizo de obsidiana
salvaje en que rompen gimiendo los ciclones,
más que los pedernales recónditos del suelo,
más ardiente que el fuego de rubios dentellones.
Fino era, con figura fragante de asfódelo,
el Cacique. La vida no pudo hacerlo nunca
más fino; y así, llama finísima saltando,
en la terrible noche quedó su copa trunca....

¡Por ella la arena todavía está llorando!




Esta primera parte la leyó Elvira y le propuso que lo enviara al Premio “Casa de las Américas” de Cuba, pero Lameda creyó que no había tiempo para enviar los originales, Elvira se encargó de sacar tres copias y enviarlo ella misma a la dirección que estaba en el Boletín del periódico “Gramma”, Lameda continuo trabajando en el final del Corazón de Venezuela y a los pocos meses recibió la llamada del Embajador de Cuba y le dijo que había ganado el Premio en el año 1963, y que le enviaría donde aparece el anuncio redactado por Haydee Santamaría.

Lameda recibió varias llamadas de camaradas, pero la que más le entusiasmo fue la del Embajador y el Consejero Cultural de Corea, quienes lo invitaron a celebrarlo en la sede de la Embajada. Al llegar aquí el Consejero lo invito en nombre del Embajador y del Presidente Kim II Sung a visitar a Corea, y le dijeron que estaban seguros de que su obra seria publicada en la Editorial del Estado para Lenguas Extranjeras, en la sección Ediciones Culturales.
Gracias a dicho premio y a la invitación del Consejero se inspiro en terminar su poemario “El Corazón de Venezuela”.

El primer poema de la quinta Gesta fue leído por Lameda en un acto que se organizo por el Concejo Cultural de Corea:



Más allá de estas penumbras
selvosas y sus bajíos
abre Coropa sus vastas
flabelos enrojecidos.
Más allá de estos gomales
alza, bajo los anillos
del regio día, sus torres
las del fabuloso rito.
Tocan su cielo gigantes
crestas de jaspe sanguíneo,
y árboles de otro sacuden
por donde quiera su brillo.
Más allá de esta llanura
salvaje donde estío
llena la tierra de aromas
y pájaros purpurinos,
está la ciudad que buscas
con sus techos de berilo,
con su gran aire sembrado
de platinosos racimos,
Con baldosas de granate
y arcos de luna y jacinto,
y el múltiple sortilegio
de su esplendor nunca visto.
Al hombre de las espuelas
le dijo de pronto un indio:
-Más allá de estas junqueras,
de aquel peñasco plomizo,
una ciudad de oro puro
levanta su poderío.
Desde aquí veo su calles
multicolores, los finos
muros que brillando cercan
su paramento inaudito.
Desde aquí miro sus techos,
sus rubios pórticos miro,
sus palomas de heliotropo,
sus colgaduras de minio.
-La ciudad de oro destella
lejos del suelo que piso.
Sus pavimentos son de oro,
sus muros de oro macizo.
De oro su templo que baña
como un topacio infinito;
y de oro son sus aceras,
sus casas de oro bruñido.
Cuando la mañana llega
en un tigre zafiro,
un rey que adorna su frente
con plumaje de oro vivo,
mientras abre la luz grande
su constelado abanico
se baña en una laguna
de cárdenos pececillos.
Y luego, muriendo el alba,
con un dorado polvillo,
nueve doncellas desnudas
visten su cuerpo florido.




Al siguiente día llegó Jerónimo Carrera en representación del Partido Comunista  Venezolano, con sede en Praga, le informó que el Buró Político de este partido había decidido trasladarlo a cualquier país comunista e incluso regresarlo a Venezuela. Los coreanos al enterarse de esto le propusieron residenciarse en Pyongyang donde sería un alto funcionario que se encargaría de corregir las Obras Completas del Presidente Kim II Sung, las cuales se comenzaban a traducir al español.


Jerónimo también le planteó el regreso a Venezuela ya que el Partido lo necesita y tenía muy buenas relaciones con Miguel Otero Silva quien podía ratificarle como columnista del nacional.

Lameda al principio pensó que lo mejor sería regresarse a Venezuela ya que su país lo necesitaba como comunista y su relación con Miguel de seguro le haría más factible trabajar para “El Nacional”.

El Consejero Cultural de Corea conversó con Lameda y le explicó que en Venezuela había muchos intelectuales que podían sustituirlo, en cambio en Corea lo necesitaban con urgencia ya que no había nadie que hiciera ese trabajo tan bien como él. Luego de estas palabras Lameda decidió contribuir con sus modestos conocimientos literarios y políticos a fortalecer un nuevo proceso revolucionario por la construcción de un nuevo hombre. En pocas palabras se fue para Corea.


Sus camaradas coreanos de la Embajada en Berlín le brindaron todo tipo de atenciones que estaban en sus manos y ya le tenían todo preparado para recibirlo.

Lo único que solicitó fue viajar por tren vía la Unión Soviética, ya que quería tener la experiencia de la travesía del Transiberiano y conocer la geografía de todos los países socialistas por donde tenía que transitar hasta Pyongyang. Recibí pasajes y viáticos para él y su compañera Elvira. Después de casi un mes de recorrido, con escala en diferentes ciudades y parte de China arribaron a la capital de Corea. Fueron recibidos en la estación del Tren y conducidos a un apartamento amplio y cómodo y por la noche fueron objeto de un agasajo en las oficinas de la Editorial. Conoció a gran parte del mundo, de la cultura y de la política coreana. El Presidente de la Editorial del Estado le dijo que la primera recomendación que tenían de la Embajada en Berlín era la publicación de su libro El Corazón de Venezuela, le pidió los originales para editarlos en el menor tiempo posible.

A los pocos meses le entregaron varios miles de ejemplares y a través de la Cancillería enviaron a la Embajada en Praga unos quinientos libros, para ser entregados a Jerónimo Carrera, quien continuaba como delegado del Partido de Venezuela en Europa con sede en Checoslovaquia. Su camarada Jerónimo los hizo llegar inmediatamente a Venezuela, porque muy pronto recibió algunos comentarios o críticas de intelectuales de venezolanos.

En su tiempo libre se dedica a terminar a escribir varios proyectos literarios que había concebido en los últimos años, algunos de los cuales había empezado, como La Creación Poética de Andrés Eloy Blanco, la que redactó en cuatro tomos.

Elvira, que recogía toda la correspondencia que le llegaba de distintas partes del mundo y en especial de Venezuela, interrumpe su escritura para informarle que el correo trajo varios sobres contentivos de diferentes análisis de “El Corazón de Venezuela”. El primero es de Juan Ángel Mogollón y Elvira lo lee, luego de eso, Lameda decidió terminar su análisis de Poda de Andrés Eloy Blanco, para dedicarse a redactar la segunda parte de “El Corazón de Venezuela”.Para Lameda la presencia de Elvira era de una solidaridad total, en todo momento y circunstancia. Elvira le insistió a Lameda en leerle un análisis de Waldo Ross sobre “El Corazón de Venezuela”, ya que estaba segura de que eso lo iba a estimular para que continuara escribiendo “El Corazón de Venezuela”; él se lo agradeció porque lo ayudaba a compartir el tiempo entre sus estudio sobre Poda y la redacción de la segunda parte de su libro


Elvira le informó que había llegado Manuel Cedillo, compañero de trabajo en la Editorial “Lenguas Extranjeras”, hombre de una vasta cultura, tanto en lingüística, como en otros conocimientos. Había sido oficial del Ejército francés y combatiente en altos puestos militares durante la Guerra Civil española, a la que sirvió con innegable abnegación y valentía. Manuel es llevó un dulce francés que le había enviado su madre. Tuvieron una larga plática político-literaria, luego de ello Manuel se retiró.

La última vez que Lameda y Elvira estuvieron en su apartamento junto a Manuel, él comentó que había leído El Corazón de Venezuela, que le parecía una epopeya del Nuevo Mundo y que le gustaría conocer la segunda parte que yo estaba escribiendo. Elvira los interrumpe para informarle a Lameda que le había llegado una carta de Hermann Garnendia, un compañero de su juventud en Barquisimeto; con un análisis y titulada Alí Lameda en El Corazón de Venezuela. Manuel le pidió a Elvira que lea la opinión de Hermann Garmendia; luego de que ella leyera la carta Manuel apuró su trago de vino francés que su madre le había enviado y que él siempre compartía con Elvira y él. 

Manuel bajó a su apartamento, que quedaba a un piso del de Lameda, alegre y optimista sobre el futuro socialista de la humanidad, de la creación de un paraíso terrenal, donde todos los hombres y mujeres disfrutáramos de la más absoluta libertad, sin tener la menor idea de que en la madrugada un grupo de agentes de los Servicios Secretos de Corea, tocaran sus respectivas puertas para invitarlos a dar una declaración para una pequeña investigación que realizaban, y menos que estarían en un campo de concentración de un país socialista, en el que encontrarían la muerte.

Horas antes de que se produjera su detención, Lameda terminó de escribir lo que sería su último poema en Corea del Norte, en una atmósfera de libertad, titulado “La Canción del Pescador de Corea”, del cual colocamos apenas un fragmento:


El pescador de Corea dice que el mar es bravo, que son
sus espumas como crines coléricas, sus gotas como dardos
ardientes; sus resuellos, amargos dentellazos.
El pescador eterno de Corea,
el pescador de la luna de ámbar,
el pescador de la luna roja
lo dice.

El pescador de Corea dice que el mar es una dulce
patria infinita,; que el mar es como un suave
jardín, como una sombra deleitosa.
El pescador de Corea dice que el mar de Corea

es como un diáfano y ondulante jacinto.
El pescador lo dice.

El pescador, hijo del pescador habla del mar
como si hablara de su blusa, como si hablara de una
canción que ya de tanto cantarse perdió todas
sus palabras.

Serían las cuatro de mañana cuando, rodeados por policías armados de metralletas y pistolas, se vieron, desde lejos, sin poderse saludar, sin poderse abrazar como amigos, camaradas y latinoamericanos, que viajaban a contribuir con el desarrollo cultural de un pequeño país del lejano oriente, donde pensaban que sería menos costoso construir una sociedad socialista. No volvieron a verse, pero estaba seguro que vivieron la experiencia más dura y trágica de su existencia en los campos de concentración de Corea del Norte.


Su prisión en Corea del Norte tuvo aspectos mucho más duros que los que eran de esperarse de un cautiverio tan inhumano y feroz, pues las autoridades norcoreanas, no satisfechas con someterlo durante un largo tiempo a ese cautiverio confiscaron, aparte de las otras pertenencias, todos sus manuscritos, que comprendían una labor de veinte años de continuado trabajo. Esa obra, que no tuvo fortuna de imprimirse, alcanzaría unos sesenta volúmenes, comprendiendo todos los géneros literarios. De esta brutal y cínica confiscación, ordenada por los altos organismos oficiales de Norcorea, no se salvó el más mínimo papel. Incluso las simples libretas que sólo contenían direcciones, fueron requisadas y hurtadas, de modo que cuando salió del país no llevaba un solo documento personal. Ni siquiera pudo obtener la Cédula de Identidad que lo acreditaba como ciudadano de Venezuela. Cada vez que, en el largo y agotador juicio a que se le sometió en las mazmorras del Ministerio del Interior, Lameda hacía mención de sus manuscritos, se que daba la brutal respuesta de que todo lo que él había escrito en su vida no era sino una obra sucia, malsana, del más inmundo extracto burgués, y destinado a cantar al imperialismo yanqui. Por tal motivo él no debía tocar más ese punto. Lo curioso es que en esa obra “podrida y burguesa” figuraba un libro de versos, de casi doscientos poemas, dedicado a Corea del Norte. Uno de esos poemas titulado “La Canción del Pescador de Corea”, expresa muy a las claras su pensamiento poético y también político, y hasta dónde llegó su afecto por el pueblo coreano. Dicho poema, que así mismo se publicó en la revista “Bohemia”, de Cuba, fue traducido al idioma coreano. Su lectura bien podría avergonzar a sus acusadores y verdugos. Los mismos que un día inesperado lo trasladaron a la enfermería de la cárcel para curar las llagas que le consumían y la paralización de una pierna, que nunca pudo estirar por completo en el calabozo, debido a sus estrechas dimensiones. Durante varios días recibió una mejor alimentación y los cuidados de una dulce y generosa enfermera, que burló la vigilancia para comunicarle que había oído decir que, después de 7 años de prisión, saldría en libertad por gestiones que familiares y numerosos camaradas y amigos hicieron por todos los medios de comunicación social del mundo y en particular por la intervención del Presidente de Rumania, Nicolai Coucescu y de los presidentes de Venezuela, el social cristiano Rafael Caldera y el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez.

La enfermera le preguntó: ¿Cómo se siente? Mientras le pasaba su mano por la frente.
Lameda recordó al poeta Jorge Wolker, pero no recordó textualmente sus versos. Luego pensó en sí mismo y le contestó: Muerto en vida. En la enfermería inventó mentalmente su último soneto en prisión y se lo recité a la amabilísima e inolvidable enfermera.

Me he ido en estas sombras consumiendo
mientras mi corazón se me desmaya;
y se hace un campo gris, se hace una playa,
o el túmulo de un río sin estruendo.

En paz me miro ahora con mi horrendo
crepúsculo y su fúnebre atalaya,
y enlutado viajero, por la raya
sin final de la muerte me estoy yendo.

Adiós entonces digo a mi congoja,
a mi cerebro y su bandera roja,
a mi harapo y su flor anochecida,

para irme así más puro y más liviano,
sobre el cadáver de mi sueño humano
frente a la mar, también de despedida.


Estuvo preso por 7 años en Corea del Norte durante el régimen de Kin II Sung. Murió un 30 de Noviembre de 1995.



¡HONOR, A QUIEN HONOR MERECE!
fuente:wikipedia.org

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