ALFREDO ALVARADO


             ALFREDO ALVARADOEL REY DEL JOROPO 
                                                                                             (1922-1988)


Fue un bailarín nato. Desempeñaba con maestría todos los bailes de la época y su vida tenía particularidades muy especiales por su forma de ser, siempre envuelto en situaciones  jocosas e incluso peligrosas, saliendo de ellas de forma insólita. 

Fue un fiel representante de lo que llamamos “el vivo criollo”. Se destacó entre los años 1940 y 1950.Para bailar Joropo,  colocaba las maracas en sus alpargatas que tenían ademas, casquillos en la punta y talones. Su título como Rey del Joropo, lo ganó en una feria en la que participaban bailarines expertos.

Encontramos un Blog donde están varias de las anécdotas de Alfredito Alvarado, escritas por su hija, son cuentos de muy agradable lectura, que recomendamos leer en su totalidad en el siguiente enlace: 

ALFREDITO\ALVARADO (NEURONEANDO.BLOGSPOT).

Gran parte de sus anécdotas fueron recopiladas en un libro titulado  LOS CUENTOS DE ALFREDO ALVARADO, EL REY DEL JOROPO, escrito por Edmundo Aray. También su vida fue reflejada en el film "Alias, El Rey del Joropo". Colocaremos algunas de estas anécdotas:

Contaba Alfredito: 
Mi papá, al observar mis cualidades, me buscó a lo mejor del baile venezolano, a Mamerto García, el rey del Joropo, el tuerto Mamerto. Lo más grande que había. Mamerto se caracterizaba por un joropo fuerte, sin floreo, brusco, dominante. En esa época los pisos de las casas eran de tabla. Cuando Mamerto bailaba se caían los floreros, las lámparas temblaban, empezaban a caer vainas de todas partes, tám, tám, pám, pám, porque mamerto usaba un joropo de tá, tá, tá, tá, tá, tá, tá, un zapateo fuerte. A mi papá le gustaba. Agarró a Mamerto por un brazo y le dijo: a este muchacho me lo enseñas a bailar joropo. Y comenzó a enseñarme. Cuando estuve listo en el joropo, le dijo a mi papá: préstame al muchacho, que me lo voy a llevar por ai, a que lo vean bailar en las fiestecitas. La verdad es que él pasaba raqueta en las fiestecitas, se guardaba los reales y a mí me daba caramelos, unos caramelos gordotes, de bola. 

Un día me llevó a casa del general Juan Vicente Gómez, en Maracay. Me acuerdo que el general tenía un sombrerote, unas bototas, con un bastón en la mano. Sentado en una sillota lo recuerdo. Allá llegamos. Mi general -le dice Mamerto- aquí le traigo al muchacho para que lo vea. Ajá, ajá -dijo-, muy bien, que baile. Y yo bailé mi joropo. El general aplaudió. Después sacó la carterota, y de ella un puño de billetes. A mí me dieron mis caramelos otra vez. Regresé a Caracas, contentísimo.

El Rey del Joropo y Xavier Cugat 
"El presidente del club Venezuela me mandó a llamar para que bailara un joropo en la gran fiesta del club, amenizada por Cugat, Quiero que te bailes un joropo -me dice- en medio del espectáculo. Va a ser una cosa muy bonita. Viene el General (Marcos Pérez Jiménez) y la Junta en pleno. Le vas a a bailar a lo mejor de la alta sociedad. Usted se viene vestido a lo criollo, para que sea un contraste, una animación, con alpargatas y sombrero de cogollo y con una muchacha muy criolla también. 

Yo había enseñado a bailar a la muchacha muy bien el joropo, y cuando me tocó el turno,  Ospina se le acerca a Cugat y le dice: Cugat, le presento al Rey del Joropo venezolano. Lo hemos traído para que usted le toque el Alma LLanera y el baile. Entonces Cugat, con el mayor desparpajo, le dijo: ¡oh! carramba yo siento mucho no poderr acompañar al indio porque mi música no es para indios, es una música... Yo no oí más. Ospina se retiró, me tomó por el brazo y me llevó a la oficina, abrió la caja fuerte y le firmé un recibo por mil bolívares. Me fui a la casa. Al llegar pregunta mi padre: ¿Y cómo te fue, Alfredo? Una linda fiesta. Estaba el General, la alta sociedad, yo no bailé... ¿Cómo que no bailaste?. Le conté lo sucedido. Mi papá era un hombre atravesadísimo, le daba una tunda a cualquiera; el tuerto Alfredo -así le apodaban por una catarata en uno de sus ojos. Me dijo: ¿qué es eso? 

Tu no eres hijo mío, tu eres un sinverguenza. ¿Cómo es posible que ese hombre te venga a insultar y tú no le hayas dado ni siquiera un cabillazo? Te vas de la casa y no regreses si no tienes una vaina con ese hombre. Me fui. Al día siguiente estaba en radio Continente, donde tocaba Cugat. Me quedé en la puerta, esperando que saliera. De pronto un remolino de gente. Cugat venía bajando las escaleras con Lina Romay, una artista que bailaba rumba y otras cosas.

La Lina tenía un ramo grande de flores enormes. Entonces me metí en el bululú, me acerqué a Cugat y lo paré: ¿Usted se acuerda que anoche me llamó indio? Pero él no se acordaba de nada. No, yo no recuerrdo nada -me contestó-. Le zampé un tanganazo en la boca, ¡caraj! ¡plum! ¡pam!, y aquel labio comenzó a echar sangre, y la sangre a chorrearle por el esmoquín blanco, y gritos ¡un loco! la gente corriendo, el ramo de flores por el suelo, y aquel bochinche, la gente para un lado y pal otro, y Cugat pegado a la pared con un pañuelo en la boca, y el militar de guardia, porque en esos días la cosa estaba fea y había soldados en todas las radios, se me vino encima.

¡Un momento! -le grité-, el señor insultó a la patria y a Bolívar. El soldado se canchó su bayoneta al cinto y se fue a sentar otra vez. Pero me agarró un policía: ¡está detenido! y con la misma me metieron en una camioneta. En la mañana grandes titulares en los periódicos: "El Rey del Joropo le da una trompada a Xavier Cugat porque insultó a Venezuela". En una caricatura salía una mano así, y al pie: "La mano vengadora". La cosa se ponía difícil para Cugat y el empresario, pues había una presentación en el Metropolitano y la noticias y el bochinche de la prensa podían afectar la popularidad de Cugat. 

De manera que un tal Legorbu, empresario, habló con Cugat y el propio Cugat sacó la boleta de libertad para mí y se fue con todos los periodistas para 'la Modelo' (una cárcel). Entonces me llamaron: ¡Alfredo Alvarado! cuando salí del buzón de la cárcel Modelo me estaba esperando Cugat con los brazos abiertos y una gran sonrisa y un punto de sutura en un labio. ¡Venga un abrazo! -dijo- Y con el abrazo las fotos. Cerrado el impase Xavier Cugat-Alfredo Alvarado. Una simple y mala interpretación del artista criollo. 

                  !HONOR, A QUIEN HONOR MERECE!

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