SIMÓN BOLÏVAR, Y MORILLO
SIMÓN BOLÍVAR Y MORILLO
Por:José Ignacio de Abreu de Lima…
!...LAS DESVENTURAS DE MORILLO Y SU ENCUENTRO CON BOLÍVAR.
El llano, el gran llano, San Fernando, Calabozo, y aquí San
Juan de los Morros, pero ahí mismo al centro, Carabobo, Valencia, Caracas. Así
que por aquí pasó Bolívar no sé cuántas veces, Zamora, todos ellos.
Los
españoles también. Páez, las caballerías. José Félix Ribas usaba el gorro
frigio. Era un jacobino, un verdadero revolucionario. Por aquí lo capturaron y
le picaron la cabeza, los brazos, las piernas. Bolívar tuvo que decretar la
guerra a muerte porque las tropas españolas eran bárbaras, acuchillaban,
degollaban, violaban, mataban, quemaban. Bolívar dijo: ojo por ojo, diente por
diente: guerra a muerte. La pelea estaba muy dura y Bolívar había perdido la II
República. A pesar de eso nuestro Ejército y nuestra Marina se recuperaban
rápido, los golpeaban y volvían. La guerra se extendía hacia el sur y desde el
sur. San Martín liberaba las provincias del Río de La Plata.
Entonces en España hacen una apreciación estratégica de la
situación, y lo que le recomiendan al Rey, su gran estado mayor, el almirantazgo
y el ejército español: “Si queremos acabar con la guerra, hay que acabar con
Bolívar, porque ese es el caudillo, ese es el más grande. Hay que acabar con el
Ejército de Venezuela, y con la Armada. Si apagamos esa candela, lo demás se va
a ir apagando”.
Y el Rey de España manda al “Nuevo Mundo”, así lo llamaban, la
más poderosa flota que España haya enviado alguna vez a este continente.
Vinieron unidades completas de caballería, con los caballos y todo, los
cañones. ¿Recuerdan ustedes el batallón Valencey, que se replegó en orden hasta
Puerto Cabello? Ese era un batallón del Rey, un batallón de línea, con sus
oficiales, caballería, artillería, infantería. Los húsares de Fernando VII
vinieron aquí. Eran tropas como de la Guardia de Honor del Rey. Y mandó a uno
de sus más valerosos, inteligentes e ilustrados generales: Pablo Morillo.
Morillo recorrió todos estos mares con esa flota. Fue el
mismo que sitió a Cartagena de Indias. La sometió al hierro del bloqueo y
Cartagena resistió. El pueblo de Cartagena comía ratas y gatos, pero no se
rindieron los cartageneros. Después sitió Barcelona y la destrozó. Ahí están
los restos de la Casa Fuerte, eso fue lo que dejaron los españoles. Quemaron a
Barcelona.
Después se fueron a Margarita, la rodearon. Morillo le manda
una carta a Francisco Esteban Gómez, que dirigía las tropas, y al pueblo
margariteño: “Ríndase o no quedará piedra sobre piedra de esta isla infiel”. Y
le respondió Francisco Esteban, el indio aquél: “Venga por mí. Si usted
triunfara, sería el rey de las cenizas, porque aquí no quedarán ni cenizas”.
Morillo desembarcó, y lo derrotaron en Matasiete los indígenas margariteños.
¡Hasta los niños salieron a pelear!
¿Tú sabes lo que Pablo Morillo escribió al Rey de España
después? Eso fue en 1817. Hay una carta de Morillo que le dice: “Su Majestad,
este pueblo de Margarita, estos soldados de Margarita, salieron casi desnudos a
dar su pecho contra las mejores tropas del Rey. Eran como leones y peleaban
como gigantes”. Cuentan los viejos margariteños de aquella época que la isla
estaba rodeada de tanto barco español que no se veía el sol, no se veía el
horizonte del mar, sino barcos y barcos. Y tenían uno gigantesco: el San Pedro Alcántara, que era el barco logístico . Los españoles dijeron que el Alcántara se quemó por un incendio a bordo, por un descuido de la cocina. ¿Se hundió? ¡Lo hundieron los indios margariteños! Se tiraron al agua y lo quemaron. Ahí debe estar, en el fondo del mar.
Resulta que entonces Morillo viene a buscar a Bolívar, sale de Margarita, desembarca. Y Páez, muy hábil, se va replegando con la caballería; contra-atacaba, se replegaban. Morillo empieza a sentir que esta fuerza era también como gigante, pero a caballo. ¡Y en las sabanas, compadre! De cualquier lado salían los caimanes, la plaga mataba a los españoles, los tigres, los caribes. En cambio, los llaneros no, pasaban los ríos nadando con la cola del caballo. Morillo le escribe otra carta al Rey donde le dice: “Cuando pasamos toda la noche en vela, esperando porque creemos que nos van a atacar, no hay ataque. Y cuando mis tropas descansan, de repente viene un ataque”.
Páez era un guerrillero indomable, muy astuto, era parte de la sabana. Páez llegó a amarrarles matas de esas en la cola de los caballos; entonces cabalgaban por allá, levantaban la polvareda, y los españoles creían que venían cinco mil caballos. ¡Y eran cien! Porque eran guerrillas en verdad. Hasta que se fue consolidando el ejército que peleó en Carabobo y que decidió la batalla, era el ejército de Apure, la caballería decidió la Batalla de Carabobo. Morillo llegó a Las Queseras del Medio, a la costa arauca. Y dice Páez: “¿Dónde estará una caballería de agua?”. Y se lanza al río Arauca con 150 jinetes. Cruzan el río, sorprenden a Morillo y es el grito aquel de “¡Vuelvan caras!”. Y Bolívar dice: “Han ejecutado ustedes la más grande proeza militar de las naciones”: ciento cincuenta contra como cinco mil. Entre ellos Francisco Farfán, José Cornelio Muñoz…
Aquí en Mucuritas se consiguieron Páez y Morillo. Era verano, enero de 1818. Páez lo está merodeando y le da la vuelta. Se pone contra el viento, para que el viento le pegara en la cara a Morillo y a sus tropas. Le prendió candela a la sabana, y después que la sabana está prendida, los rodeó de candela, los atacó por dos flancos con unas lanzas. Porque los apureños hacían una lanza larga, liviana, como de dos metros. Y Páez, astuto, calculó —él lo escribe en sus memorias— cuánto tiempo tardaron los españoles en recargar los cañones. Entonces, disparaban y largaron los caballos más rápido con lanza larga para tratar de llegarles a los cañones antes de que volvieran a disparar.
Era una guerra de astucia, sobre el terreno, día y noche. Lo cierto es que Páez destrozó a las fuerzas de Morillo en Mucuritas, otra vez. Se salvaron por un caño que tenía agua todavía, lo pasaron y la candela no los alcanzó. Es cuando Morillo, en carta al Rey, le escribe aquella frase: “Catorce cargas consecutivas de caballería sobre mis cansados batallones me demostraron que estos hombres están resueltos a ser libres”.
Cuando el general Morillo regresó a España, el Rey le reclama cómo es posible que unos salvajes lo hayan derrotado a él, que había peleado contra Napoleón y derrotado sus tropas. Y Morillo …Y Morillo le dice: “Su Majestad, es que no son ningunos salvajes. Si usted me da un Páez y cien mil llaneros de Guárico, Apure y Barinas, le pongo a Europa completa a sus pies”. Eran indomables, invencibles. No solo los llaneros de Venezuela, también los llaneros de la Nueva Granada, los centauros del Casanare, del Meta, del Arauca. Somos los mismos.
En 1820, siete años de guerra a muerte, Bolívar y Morillo se sentaron allá en Los Andes. Firmaron el Tratado de Regularización de la Guerra. Morillo va con una escolta como de veinte soldados bien armados y uniformados, con buenos caballos. Llegan al punto de encuentro, ven que viene alguien en una mula, con un sombrerito. Morillo manda a dos oficiales que vayan rápido a ver quién viene, que parece un campesino, o será un enviado de Bolívar.
....Y van los españoles a caballo, como cinco, rápido, con las armas. Regresan despavoridos: “Es Bolívar”. ¡Venía Bolívar, solo! A Morillo le dio una vergüenza tal que retiró rápido a todos los oficiales y se quedó solo. Y se abrazan. Es de ese día una anécdota. Parece que va Morillo con Bolívar caminando y un joven oficial venezolano va delante. Morillo le ve la espalda al venezolano y dice: “¡Qué buenas espaldas tiene este mozo!, Bolívar”. Y el oficial venezolano voltea y le dice: “Señor general Morillo, primera vez que me ve la espalda un español”.fuente: correo enviado.
José Ignacio de Abreu de Lima…
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