SIMÓN BOLÍVAR, CARTA AL GENERAL JOAQUÍN MOSQUERA.


GENERAL JOAQUIN MOSQUERA

SIMÓN BOLÍVAR
en la voz de
José Guillermo Carrillo


POPAYÁN COLOMBIA, 14 DE DICIEMBRE DE 1787
POPAYÁN, COLOMBIA, 4 DE ABRIL DE 1878




Texto Completo


Guayaquil, 3 de septiembre de 1829

Al señor Joaquín Mosquera
Mí querido amigo:

He recibido la dolorosa carta de Ud., en que todo manifiesta que no quiere Ud. conformarse con el decreto eterno del fin de los seres. En verdad, la destrucción es un mal horrible y desespera tanto más cuanto que también termina el inteligente y el virtuoso que hemos querido asemejar a la Divinidad. Ud. se duele de la vida humana y, por una contradicción notable, se empeña Ud. en un imposible que, al mismo tiempo, sería el suplicio de un hombre que merecía el reposo. 

Yo no querría decirlo, mas siempre he considerado tales penas con alguna relación con el egoísmo. Los que quedamos sentimos a los que se van, aunque sabemos que la vida es un mal. Consuélese Ud., pues, con el bien que ha resultado al mejor padre del mundo. También yo le amaba, el dolor me sorprendió al principio; todo esto era el efecto maquinal de nuestro instinto, mas la razón me dijo luego que me alegrara, porque la muerte es la cura de nuestros dolores.

Lo que Ud. me dice sobre el problema de constituir a Colombia, es una prueba de lo que antes he dicho. Nada podemos hacer con esta patria en la cual los consejos de la razón son ataques mortales y producen proyectos de iniquidad. Bogotá en los años anteriores se había constituido en el cuartel general de la demagogia, y como este sistema era dañoso, lo acogieron las provincias con regocijo; ahora que han pretendido los próceres de aquel país corregir la opinión extraviada se ven, como Ud. dice, chasqueados.

Como alguna vez había de ser yo pueblo, he dicho y pienso como él sobre los puntos capitales que se deben tratar en el congreso, a saber: constituir a Colombia y nombrar un gobierno. Mi opinión es que este congreso debe dividir la Nueva Granada de Venezuela, porque este es el deseo más vivo, y lo contrario la quimera más impracticable. Cuantos más hombres valgan en este país, tantos menos amarán a esos jefes venezolanos, y como éstos tienen la capital de la república acá, no imaginan otro correctivo a esta preponderancia que el de obedecer a un gobierno presidido por un venezolano; he aquí renacer las antipatías más crueles. Ud. lo habrá visto patentemente de algunos jefes que no nombro y Ud. conoce.

Si no se hace esto, a lo menos debe el congreso admitir mi renuncia y constituir a Colombia conforme a las opiniones más reinantes. La federación puede ser uno de los sistemas favoritos del pueblo: que la adopten, pues, y no tendremos más reluchas que resistir con las tales provincias. Si quisieren la constitución de Cúcuta, o los veinte departamentos con sus asambleas departamentales, nada es más fácil, porque ni aun trabajo tendrán para su redacción. No quieren monarquías ni vitalicios, menos aun aristocracia ¿por qué no se ahogan de una vez en el estrepitoso y alegre océano de la anarquía? Esto es bien popular y, por lo mismo, debe ser lo mejor, porque, según mi máxima, el soberano debe ser infalible.

Por mi parte estoy distante de pensar en ir a Bogotá a influir en el congreso, del que no recibiré más la autoridad, considerando que habiéndolo convocado para que diese una constitución y nombrase un gobierno, no me es permitido aceptar la menor concesión de su parte, y menos aun indicarle su marcha legislativa.
Ha llegado el tiempo de que yo haga mi gusto y cumpla con mi honor. Ya la autoridad está demás en mis manos; yo me comprometí a combatir por la emancipación de Colombia; la España misma está pensando en reconocerla; con este paso queda para siempre asegurada.

Con mi vuelta del Perú todos los partidos se alarmaron, y aun el de Venezuela, que se hallaba en acción, todos se han apaciguado, no teniendo derecho para destruirlos.
La guerra del Perú se ha concluido y bien pronto la paz quedará sellada, aunque sin garantías, no poseyendo los medios para arrancárselas ni siendo posible que las dé un gobierno revolucionario. 

Esto es cuanto he podido ejecutar en veinte años de trabajos. Dudo que haya derecho para exigírseme que expire en el suplicio de la cruz; digo más, si no fuera más que la cruz, yo la sufriría con paciencia como la última de mis agonías. Jesucristo sufrió treinta y tres años esta vida mortal: la mía pasa de cuarenta y seis; y lo peor es que yo no soy un Dios impasible, que si lo fuera, aguantaría toda la eternidad.
Aquí tiene Ud., mi querido amigo, mi confesión general en propósito de la enmienda; Santander se encargará de la de mis pecados. ¿Podrá desearse más penitencia? Creo que no.
Tenga Ud. la bondad, mi querido amigo, de dispensarme esta fastidiosa carta; ella es hija de una atrabilis mortal que me devora y me ha tenido enfermo todos estos días; por lo que he salido a una milla de la ciudad a tomar el aire del campo, mas no sus ejercicios, porque estoy metido en una isla donde no hay para donde salir por las dificultades del terreno. Estamos esperando de un momento a otro al ministro del Perú que debe concluir el tratado de paz con el señor Cual.
¿Por qué no hace Ud. que los de Popayán digan su opinión sobre gobierno? Muchos meses ha que escribí a los ministros para que mandasen que los colegios electorales, diesen sus instrucciones escritas a los diputados. No lo hicieron, sin embargo escribí a Venezuela para que así se ejecutara. Ahora mismo, mando convidar al pueblo para que hable y diga su opinión. Popayán puede hacerlo libremente.
Si le llega a Ud. dinero para mi, mándelo por el correo.
De Ud. de corazón.


 SIMÓN BOLÍVAR


“FONOTECA JOSÉ GUILLERMO CARRILLO”
INSTITUTO UNIVERSITARIO DE TECNOLOGÍA INDUSTRIAL
DR. RODOLFO LOERO ARISMENDI
CARACAS • VENEZUELA

UNIVERSIDAD INTERAMERICANA

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