LUCIANO PAVAROTTI.
LUCIANO PAVAROTTI
Nacido el 12 de octubre de 1935 en las afueras de Módena, Luciano Pavarotti era hijo de Adele Venturi, trabajadora en una fábrica cigarrera, y de Fernando Pavarotti, panadero casado y tenor aficionado, que estimuló a Luciano para comenzar sus estudios en el mundo del canto lírico. Aunque Luciano hablaba con cariño de su infancia, la realidad es que vivió ciertas penurias, y la felicidad podría ser interpretada de formas diversas . Su familia era de escasos recursos económicos; y, sus cuatro miembros se apiñaban en un apartamento de dos cuartos.
Según Luciano, su padre tenía una fina voz de tenor, pero rechazó la posibilidad de dedicarse a la carrera de cantante debido a sus nervios. La Segunda Guerra Mundial forzó a la familia a salir de la ciudad en 1943 y al año siguiente tuvieron que alquilar una habitación a un granjero en la campiña cercana, donde el joven Luciano desarrolló interés en la agricultura.
Sus primeras influencias musicales provinieron de las grabaciones de su padre, la mayoría de tenores populares de la época como Beniamino Gigli, Giovanni Martinelli, Tito Schipa y Enrico Caruso. Sin embargo, el ídolo de Luciano fue el tenor Giuseppe Di Stefano. Cerca de los nueve años comenzó a cantar con su padre en el coro de una pequeña iglesia local. También en su juventud tomó algunas clases de vocalización con el profesor Dondi y su esposa.
Primeras apariciones:
Luciano Pavarotti dio sus primeros pasos en el mundo de la lírica como cantante de coro. Después de trabajar durante dos años como profesor de una escuela elemental, realizó estudios de canto en su ciudad natal con Arrigo Pola, y años después perfeccionó su técnica en Mantua con Ettore Campogalliani.
Debutó el 29 de abril de 1961 en la ciudad italiana de Reggio Emilia con el papel que más tarde le haría popular: Rodolfo, de La bohème. En 1963, en el Covent Garden de Londres, sustituyó a Giuseppe di Stefano en dicho papel, interpretación que le valió un gran éxito de crítica y público. Ese mismo año debutó en Viena, en Zurich y, con el rol de Edgardo (Lucia di Lammermoor), en Ámsterdam. Su primera actuación en España tuvo lugar en Barcelona en 1963, con una única representación de La traviata. Asimismo, se le pudo escuchar en 1964 en el Festival de Ópera de Glyndebourne, en el papel de Idamante (Idomeneo), junto a la cantante Enriqueta Tarrés. Un año más tarde, en 1965, se produjo su debut norteamericano en Miami. Ese mismo año, y tras haber conocido al director de orquesta Richard Bonynge, esposo de la soprano Joan Sutherland, realizó una gira por Australia cantando de nuevo el rol de Edgardo (Lucia di Lammermoor) con la compañía operística de la citada soprano, que más adelante sería su pareja en óperas de Donizetti y Bellini.
El éxito que consiguió con La fille du Régiment de Donizetti, con su difícil aria de tenor, es impresionante. Desde entonces su carrera fue imparable. En 1966 cantó por primera vez en el Teatro de la Scala de Milán un papel secundario, el de Tebaldo en Capuleti ed i Montecchi de Bellini, y a ese mismo teatro volvería más adelante en el papel de Des Grieux de la ópera Manon de Massenet y, ya en 1967, el Réquiem de Verdi con motivo del centenario del maestro Arturo Toscanini. Un año más tarde debutó en San Francisco interpretando a Rodolfo (La bohème), Nemorino (L'elissir del amore) y Enzo (en La Gioconda de Ponchielli). En el Metropolitan de Nueva York interpretó en 1968 en su papel favorito: el de Rodolfo de La bohème, y más adelante representó en ese mismo teatro a Fernando (La Favorita, de Donizetti), Arturo (I puritani, de Bellini) y Manrico (Il trovatore, de Verdi), entre otros.
A pesar de algunos fracasos puntuales, como el de la Scala con Don Carlo de Verdi en 1992, Pavarotti fue un tenor de reconocido prestigio que poseía una bella voz de brillantes agudos y elegante estilo, que apenas si perdió colorido a pesar del paso del tiempo. Fue el único tenor, junto a Nicolai Gedda, capaz de cantar el famoso Fa5 en falsete escrito en la parte final de la ópera I Puritani. La singular pureza de su voz, la disciplinada técnica del cantante y su extraordinaria musicalidad, le permitieron, en efecto, cantar con aparente facilidad los fragmentos de más complicada estructura melódica o tonal.
¡HONOR, A QUIEN HONOR MERECE!
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