San Isidro Labrador******

                      San Isidro Labrador
      




  San Isidro Labrador es patrono de la ciudad de Madrid (España) y de todos los agricultores, y ese fue el motivo principal que lleva a los primeros vecinos de Flor Amarillo a elegir a este santo como su patrono y protector. Este santo había nacido lo que hoy es la capital española en 1080. La villa de Madrid aún estaba bajo dominio musulmán y sus habitantes eran los cristianos mozárabes bajo el yugo de señores islámicos. 

 Sus padres, que eran labradores, le dieron el nombre de Isidro o Isidoro, en honor del célebre arzobispo de Sevilla. Como eran pobres no pudieron enviarlo a la escuela, y sólo procuraron inculcarle los escasos conocimientos junto con el valor religioso de la fe en Dios y el respeto a las personas y de toda la creación. En cuanto tuvo edad para trabajar, entró al servicio como labrador de un hacendado llamado Juan de Vargas, propietario rico de la sociedad madrileña. Por su pobreza estaba destinado trabajar toda su vida en el mismo oficio. 

   Contrajo matrimonio con una joven sencilla y piadosa, tan buena como él, llamada María Toribia. De esta relación nació un hijo que murió en la infancia.

      Isidro había adquirido el hábito de levantarse temprano todo los días para ir a misa, antes de comenzar su día de trabajo. Varios de sus compañeros muy envidiosos lo acusaron ante el patrón por “ausentismo” y abandono del trabajo. El mencionado hacendado se fue a observar el campo y notó que sí era cierto que Isidro llegaba una hora más tarde que los otros (en aquel tiempo se trabajaba de seis de la mañana a seis de la tarde) pero, que mientras Isidro oía misa, un personaje invisible (quizá un ángel) le guiaba sus bueyes y estos araban juiciosamente como si el propio campesino los estuviera dirigiendo.

      Durante su trabajo, en tanto que su mano guiaba el arado, su corazón conversaba con Dios, con su Ángel custodio, con la Madre de Dios y con los santos del cielo. Tenía un carácter afable y generoso con los más pobres. Un día lo invitaron a un gran almuerzo. Él se llevó a varios mendigos a que almorzaran también. El invitador le dijo disgustado y con frialdad que solamente le podía dar almuerzo a él y no para los otros. Isidro repartió su almuerzo entre los mendigos y alcanzó para todos y sobró.

    La fama de este campesino madrileño se extendió por toda la comarca por dos razones: primero por su afición a la oración (tanta que a veces sus bueyes debían arar solos) y segundo por su caridad por los pobres y su amor por toda la creación (hasta el punto que daba su trigo a los pájaros y repartía su olla con otros más pobres que él). Además, tenía la habilidad –quizá divina- para encontrar pozos y aguas que ayudaran a los labradores de su época. Se decía que: «Isidro no abría pozo del que no manase abundante caudal, aun tratándose de tierras secas». Isidro murió el 15 de mayo de 1130, con olor de santidad. Se destaca por ser un hombre humilde, laico comprometido, labrador incansable, casado, padre preocupado y que trabajaba con sus propias manos en campos ajenos.

    Fue en el siglo XVI, cuando las autoridades eclesiásticas plantearon la posibilidad real de canonizar a Isidro Labrador ante la insistencia de Felipe II (1556-1598), quien, como otros muchos miembros de la Familia Real española, recurrió en varias ocasiones a las aguas del santo madrileño en busca de la curación de sus enfermedades. 

 Finalmente, fue beatificado por Paulo V en 1618 y canonizado por Gregorio XV, el 12 de marzo de 1622, cuando se aprobó su Patronazgo sobre la Villa y Corte de Madrid. También su esposa María Toribia alcanzó la santidad con el nombre de Santa María de la Cabeza (no porque ese fuera su apellido, sino porque su cabeza es sacada en procesión en rogativas, cuando pasan muchos meses sin llover).

    El Papa Juan XXIII extendió el patronazgo de San Isidro a los agricultores y campesinos españoles por la Bula Agri Culturam dada en Roma el 16 de diciembre de 1960. Esta declaración sirvió para extender su culto a muchas localidades agrícolas, no sólo de España, sino del mundo entero.

Antigua imagen de San Isidro

Las virtudes de San Isidro Labrador

   La vida de San Isidro abunda en virtudes que nos pueden y deben servir como ejemplo y testimonio para vivir nuestra vida cristiana en la cotidianidad. Ante todo fue un hombre de Iglesia, de tal modo que vivió su ser cristiano como hijo de Dios y miembro solidario de una comunidad cristiana. Se destacó como un buen padre de familia, un vecino ejemplar y un trabajador humilde.

    Como padre de familia siempre veló por la unidad y santificación de sus miembros, donde reinara el amor, la piedad y el respeto mutuo. Vivió de un modo singular la experiencia de Iglesia doméstica, el hogar.  Como vecino estaba atento de las necesidades de los que vivían a su lado, siendo generoso y amable con todos. Como agricultor vivió sus jornadas de trabajo como un medio de perfección y  santificación personal.

    Hoy día surge la interrogante: ¿Qué sentido tiene el trabajo cotidiano? Para el cristiano todo trabajo, aunque sea el más insignificante para los ojos del mundo, es una cooperación a la obra creadora de Dios. El trabajo es propio del único Creador y nos invita a trabajar, como dice el Señor Jesús: “Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo” (Jn 5,17). El hombre no es mero espectador de la creación, ya que, “hecho a imagen y semejanza de Dios en el mundo visible, y puesto en él para que dominase la tierra, está por ello, desde el principio, llamado al trabajo. El trabajo es una de las características que distinguen al hombre del resto de sus criaturas”. En fin, “el trabajo es un bien para el hombre –es un bien de su humanidad- porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza, adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en cierto, sentido, se hace más hombre”.

   San Isidro siempre se sintió impulsado de tener una actitud positiva ante las adversidades, puesto que se mantenía en oración con Dios; es decir, en contante comunicación con su Creador y Hacedor de la vida. Por ello, daba testimonio a sus vecinos y compañeros de trabajos que Dios está cerca de nosotros y está presente en la cotidianidad.

    San Isidro vivió fielmente el Mandamiento de Dios: Amar al prójimo. Amó a todos por igual, no dio rodeo y estuvo, con lo que tenía, al lado de los más pobres. Se sintió parte de la creación con el deber de cuidar y proteger la belleza de la naturaleza, como el primer libro donde Dios sigue hablando. Supo encontrar en las pequeñas cosas de la vida, los grandes detalles que Dios nos tiene preparado. Y esos pequeños detalles, como; el agua que bebemos, la tierra que pisamos, el aire que respiramos, manifiestan la grandeza de un Dios que sigue vivo, amando y  trabajando en su único Hijo Jesucristo.

Nueva imagen de San Isidro, principio del siglo XX

Oración a San Isidro Labrador

 Señor, Dios nuestro, que en la humildad y sencillez de San Isidro Labrador nos dejaste un ejemplo de vida escondida en Ti con Cristo, concédenos que el trabajo de cada día humanice nuestro mundo y sea, al mismo tiempo, plegaria de alabanza a tu Nombre. 

 Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

DIOS CON NOSOTROS SIEMPRE!

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