La obra de Richard Strauss:
Sus primeros gustos musicales estuvieron orientados por su padre, enemigo implacable del wagnerismo, corriente a la que oponía el formalismo de Mozart, Joseph Haydn y Felix Mendelssohn. Influido por su progenitor, el joven Strauss, a sus dieciséis años, llegó a decir: "Dentro de diez años nadie sabrá quién es Wagner". Esta circunstancia, pura anécdota, no deja de ser curiosa si tenemos en cuenta el posterior devenir de los acontecimientos, con la evolución de la obra straussiana hacia el wagnerismo. De la misma, y aunque no son nada desdeñables sus obras de cámara y corales, despuntan por encima de todo lo demás los poemas sinfónicos y, por supuesto, las óperas.
En los primeros, Strauss combinó una elevada inspiración poética con unas hábiles resoluciones técnicas, sobre todo en el terreno orquestal. El primero de sus grandes Tondichtungen ("Poemas sonoros") y su primera obra maestra verdadera, después de la fantasía sinfónica Aus Italien (1886), fue Don Juan (1888-1889), en el que se advierte la influencia de Richard Wagner y Franz Liszt.
Incomprendido por la crítica fue el poema sinfónico que siguió, Muerte y transfiguración (1888-1889), calificado el día de su estreno como una "horrible batalla de disonancias", a pesar de su certera paleta orquestal y su compacta construcción.
Las divertidas travesuras de Till Eulenspiegel (1894-1895) fue su siguiente obra programática, basada en las peripecias de un pícaro personaje de la Alemania del siglo XIV. Ésta daría paso, un año más tarde, a su inmortal y cinematográficamente célebre:
--Así habló Zaratustra (1895-1896), libremente inspirado en la obra del mismo título del filósofo Friedrich Nietzsche. El cineasta Stanley Kubrick incluyó su conocidísimo inicio en la banda sonora de su película 2001: una odisea en el espacio.
Sólo dos poemas sinfónicos más iba a componer Strauss: Don Quijote (1896-1897), para violoncelo y orquesta, según el esquema de un tema y variaciones, y Una vida de héroe (1897-1898), de índole autobiográfica, asombroso alarde de toda su ciencia orquestal. No podemos olvidar dos sinfonías de clara inspiración programática emparentadas con el poema sinfónico, como son: la Sinfonía doméstica (1902-1903) y la Sinfonía alpina (1911-1915).
Inaugurado el siglo XX, Strauss iba a centrar sus mayores esfuerzos en la ópera, convirtiéndose en uno de los compositores que mayores aportaciones ha hecho al género lírico: entre 1894 y 1942 compuso quince óperas, que evolucionan desde el wagnerismo militante de las dos primeras, Guntram (1892-1893) y Feuersnot (1900-1901), hasta un cierto agotamiento en las últimas, pasando por una etapa intermedia repleta de verdaderas obras maestras.
Sería en 1905 cuando el compositor alemán daría su primera obra cumbre dentro del género lírico: Salomé. Tras algunos problemas para llevar a cabo el estreno, especialmente por parte de la censura y de los cantantes, éste se produjo y Salomé pasó a ser uno de los hitos fundamentales del repertorio operístico. Sin dejar en ningún momento que el nivel decayera, Strauss compuso Elektra (1906-1908), obra con que iniciaría la fructífera colaboración con el libretista Hugo von Hofmannsthal.
Fruto de este binomio fue también El caballero de la rosa, estrenada en 1911 y radicalmente opuesta a su predecesora. Dejando a un lado la vía abierta por Salomé y Elektra, Richard Strauss compuso en 1912 la primera versión de la sutil Ariadna auf Naxos. La ruptura con su estilo "elektrificante" (como se calificaba la música de Elektra en caricaturas de la época) se ratifica con su ópera de atmósfera maravillosa La mujer sin sombra (1914-1918).
- Sin ser desdeñables, son mucho menos relevantes las óperas compuestas por Strauss a partir de 1920:
- Intermezzo (1918-1923),
- Elena de Egipto (1923-1927),
- La mujer callada (1933-1934),
- Día de paz (1935-1936),
- Dafne (1936-1937) o El amor de Dánae (1938-1940) son los títulos menores de la producción lírica straussiana de los últimos años. Sólo Arabella (1929-1932) y Capriccio (1940-1941) son escenificadas esporádicamente en la actualidad.
Strauss regresa a la Viena de El caballero de la rosa; en la primera de ellas, la última con libreto de Hofmannsthal, la segunda fue la postrera de las que compuso, ya octogenario. Se trata de una hermosa obra en la que se plantea el dilema, nunca resuelto, entre la supremacía de la palabra o la de la música dentro de la ópera. Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/strauss.htm el 14 de agosto de 2021.
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