SALVADOR GARMENDIA-ESCRITOR


                                                   SALVADOR GARMENDIA     

Nació en la ciudad de Barquisimeto, República Bolivariana de Venezuela, el año 1928 , y muere en la ciudad capital, Caracas, el año 2001.

Escritor venezolano considerado el mejor representante de la novela urbana en su país. La publicación de Los pequeños seres(1959), Los habitantes (1961) y Día de ceniza (1963) supuso la aparición en la narrativa venezolana de la temática de la alienación de los habitantes de las ciudades, ya iniciada por Guillermo Meneses, pero explorada en estas novelas, con plena conciencia de que el mundo rural había sido destrozado irremediablemente. En este sentido, la obra de Salvador Garmendia se opone a la de Rómulo Gallegos, y puede ser vista como una empresa de demolición de los anteriores esquemas de la narrativa venezolana.

Nacido en una familia numerosa de clase media pobre, se inició en la literatura a causa de una enfermedad: una tuberculosis diagnosticada en su adolescencia, le obligó a guardar cama durante tres años, tiempo que dedicó a la lectura. Hacia 1945 comenzó a publicar y se vinculó con el medio radial y periodístico de su ciudad natal, iniciando asimismo su militancia en el Partido Comunista, del que se separó en 1953.

Desde 1948 residió en Caracas, donde se ganó la vida escribiendo y adaptando obras teatrales y melodramas para la radio y la televisión. A mediados de los años cincuenta entró en contacto con el grupo literario Sardio, primera manifestación generacional radicalmente opuesta a las concepciones tradicionales e institucionales de la literatura y el arte en Venezuela, que se prolongó, a comienzos de los sesenta, en el grupo y revista El Techo de la Ballena.

Con Los pequeños seres (1959) y Los habitantes (1961), la narrativa venezolana se torna urbana y se centra en la exploración de esos "pequeños seres" anónimos y universales a la vez, marcados por la in adaptación y el anti-heroísmo, que son los habitantes de una gran urbe como Caracas. Esta exploración en el mundo anónimo y marginal de la ciudad, poblado de abogadillos mediocres y burócratas frustrados, se ahonda en Día de ceniza (1963) y en La mala vida (1968). Con esta obra, Garmendia incorporó hábilmente a su panoplia narrativa una narración fragmentaria y una rica problematización de la instancia narrativa, recursos frecuentes en la novela del siglo XX que tardaron en aclimatarse en Venezuela.

En 1968 Garmendia aceptó un puesto en la Universidad de Los Andes, en Mérida, donde dirigió la revista y la colección Actual. Ya preparaba entonces la última novela de su ciclo urbano, Los pies de barro, editada en Barcelona (España), adonde Garmendia se trasladó en 1972 como corresponsal de la editorial Monte Ávila, y adonde volvió en la década de 1980 con un cargo diplomático. Los pies de barro(1973) toma como marco una ciudad sacudida por la violencia de la guerrilla urbana y la represión y tiene como protagonista un escritor frustrado; la estructura fragmentaria traza en contrapunto el contraste entre la ciudad en pie de guerra y la indiferencia de la gente. La novela fue censurada por las autoridades españolas, pero al mismo tiempo proyectó a Garmendia como uno de los representantes del boom literario hispanoamericano.

El mismo año de su llegada a la ciudad condal, 1972, Garmendia recibió el Premio Nacional de Literatura. No abandonó entretanto el cuento y el relato breve, géneros de los que fue un maestro consumado. Paralelamente a sus novelas fue publicando un tipo de relato más lineal, centrado en la anécdota y tendente a la viñeta, como los recogidos en Doble fondo (1965), o variantes ingeniosas de temas caros a la literatura fantástica, presentes en los textos que componen Difuntos, extraños y volátiles (1970) y Los escondites (1972).

Cuando sus lectores comenzaban a aceptarlo como el maestro venezolano de la novela urbana, Garmendia dio un giro con Memorias de Altagracia (1974), iniciando un retorno al mundo de su infancia y las historias que lo poblaron. Pero en la recreación por este autor del mundo provinciano de Barquisimeto y su familia no hay la menor traza de idealización criollista, sino la entronización del cuento como núcleo de sentido del universo afectivo e imaginario del escritor. Memorias de Altagracia fue, junto con El capitán Kid (1986), la última incursión de Garmendia en la novelística, ya que posteriormente se dedicó a componer volúmenes de relatos.

La publicación, en 1976, del cuento que da nombre al libro El inquieto Anacobero y otros cuentos, uno de sus mejores textos satíricos, fue objeto de persecución judicial a causa de sus "malas palabras". En los años ochenta cumplió misiones diplomáticas en Madrid y Barcelona, y siguió recogiendo relatos en volumen: El brujo hípico (1979), El único lugar posible (1981), La casa del tiempo (1986),Cuentos cómicos (1991), el cuento infantil Galileo en su reino (1993) y La media espada de Amadís (1998). Siguió a la vez escribiendo con regularidad para el diario El Nacional, donde disponía de una columna semanal desde 1984. De su obra dice también Domingo Miliani:son perfiles trazados con lenguaje duro, altamente cargado de sugestiones, seres gestuales. Es la poesía de lo cruento que emerge o se oculta en la sordidez de una materia hábilmente manejada. Los burócratas deformados hasta en la soledad de la piel arrancada en tiritas por inercia o nerviosismo; las ceremonias de Onán en graves templos descritos con implacable objetividad; el tiempo cenital y viscoso de las oficinas habitadas por la asiduidad rutinaria. O bien, el hombre acompañado de memorias turbias en el cuarto de barrio en actitud de un narciso irreconocible, plantado ante el espejo de un sexo huidizo.

Todo este material conforma el mundo narrativo de quien sin duda es la más alta expresión de nuestra narrativa contemporánea. En sus dos últimos libros parece haber roto -¿definitivamente?- con la gravedad insolente que tanto se aplaude o critica en Garmendia, pero donde ya estaba repitiéndose. Una atmósfera diluida, lindera del absurdo y la fantasía, apunta en las mejores piezas de Difuntos, extraños y volátiles. Los escondites, en cambio, retornan a unas fuentes surrealistas que se mantienen más en la jerarquía del boceto, en apuntaciones de otra obra que ya viene: Los pies de barro.” 

Tampoco obtuvo reconocimiento con su segunda novela, Los habitantes, editada por la Universidad Central de Venezuela en 1961. El reconocimiento le vino de afuera, cuando Emir Rodríguez Monegal y Ángel Rama destacaron su nombre en el Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana de 1967, que fue consecuencia de la apertura de la política cultural iniciada por Simón Alberto Consalvi, de la que Garmendia resultó uno de los más beneficiados. Esa misma política lo llevó a trabajar en la Cancillería Venezolana con mucho éxito como Consejero Cultural de la Embajada de Venezuela en Madrid entre 1984 y 1989, cuando pasó a actuar en la Dirección de Relaciones Culturales del MRE. 

En 1968 fue director de la revista Actual y de la Colección Actual de la Universidad de los Andes, en Mérida (Venezuela). En 1971, gracias a una beca de trabajo, se estableció cerca de Barcelona, en España, en donde se relacionó con varios de los más importantes escritores latinoamericanos. En 1972 le fue dado el Premio Nacional de Literatura y en 1989 recibió el Premio del Concurso de Cuentos Juan Rulfo, en París, por Tan desnuda como una piedra.

Con José Ignacio Cabrujas y otros intelectuales de gran valía estuvo entre los escritores que dedicaron su talento a escribir libretos para la televisión comercial, con lo cual no se pusieron en el nivel de las telenovelas, sino que elevaron las telenovelas al nivel de ellos. También escribió guiones para cine, como La gata borracha (1982), Fiebre (1975) y Juan Topocho (1977). 

La vasta bibliografía de Garmendia incluye: El parque (1946), Los pequeños seres (1958), Los habitantes (1961), Día de ceniza (1963), Doble fondo (1966), La novela en Venezuela (1966), La mala vida (1968), Difuntos, extraños y volátiles(1970), Los escondites (1972), Los pies de barro (1972), Memorias de Altagracia (1974), El inquieto Anacobero y otros cuentos (1976), El brujo hípico y otros relatos (1979), Enmiendas y atropellos (1979), El único lugar posible (1981), Hace mal tiempo afuera (1986), La casa del tiempo (1986), El capitán Kid (1988), Cuentos cómicos (1991), La gata y la señora(1991), La vida buena (1994), La media espada de Amadís (1998), No es el espejo (obra póstuma, 2002), Anotaciones en cuaderno negro (obra póstuma, 2003), El regreso (obra póstuma 2004), y Entre tías y putas (obra póstuma, 2008). Víctor Bravo, en su trabajo sobre literatura fantástica, analiza con propiedad Memorias de Altagracia y El único lugar posible, y afirma que Garmendia, en ambas obras, funda un territorio “otro” donde la “real” importa, sí, pero fundamentalmente como límite. 

Salvador Garmendia, cuya obra se basa en la exploración y el recuerdo de las dos ciudades en las que pasó la mayor parte de su vida, Barquisimeto y Caracas, es el maestro de la novelística urbana venezolana. Y uno de los aspectos más importantes de su obra es que fija el tiempo su propio tiempo, pues las dos ciudades que aparecen en su obra ya no existen, o, mejor dicho, sólo existen en su prosa. 

Murió a los 72 años a causa de un problema pulmonar, quizá tardía consecuencia del que lo atacó en su infancia, y luego de superar un cáncer de garganta que limitó notablemente su voz. Estaba casado con Elisa Maggi, “La Negra” Maggi, una mujer excepcional que trabajó mucho tiempo en el área del libro. fuentes: wikipedia/ analítica.com/ biografiasyvidas.com

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