MARÍA CARRETERO
¿Qué le empujó a elegir la escultura como medio de expresión? Creo que fue la escultura quien me eligió más que yo a la escultura. El trabajo artístico implica una experimentación constante, yo comencé trabajando la pintura, pero poco a poco la materia llegó a mis manos y necesitaba conseguir el volumen, las tres dimensiones que me aportaba la escultura.
Además, en mi obra el paisaje tiene un claro protagonismo, estoy a favor de la “no construcción”, de generar espacios libres, abiertos, donde la gente pueda pasear, comunicarse y reflexionar… y la escultura, con la que también interrelacionan otras disciplinas, me da la opción de intervenir en estos paisajes.
¿Cuáles son las influencias directas de las que bebe su estilo artístico? Las culturas primitivas, el entorno, el arte, la belleza, una buena exposición de algún artista, ¡todo me influye! lo que me permite no tener que remitir a algo o alguien concreto sino a mi misma.
Trabaja desde pequeñas joyas a esculturas monumentales. ¿En qué escala se siente más cómoda? Cada obra tiene su rincón y su espacio, pero cuando más disfruto de mi trabajo es interviniendo en los espacios públicos con mis grandes piezas monumentales con las que se regenera y transforma el espacio como el “Homenaje al peregrino”, simbólico que es el kilómetro 111 del Camino de Santiago y la última parada donde recibir la compostelana.
El arte para mi es, ante todo, emoción y esa emoción no tiene porque estar únicamente consagrada a los museos o a los espacios expositivos tradicionales. Se puede realizar un arte más cercano al espectador y, los espacios abiertos son un fantástico campo para experimentar con objetos que sin dejar de ser artísticos cumplen una función determinada.
¿Cuál es la reacción de la gente ante estos objetos?
La gente asimila muy bien el valor de estas piezas y los ciudadanos las hacen suyas, las respetan y las cuidan mucho más que si fuesen farolas o bancos industriales o de serie. En su vida hay tres lugares especiales, Madrid, Galicia y Lanzarote. ¿qué aporta a sus obras cada uno de ellos?
Cada uno ocupa un lugar muy personal en mi vida y me transmite una sensación especial. Madrid es el tránsito, el ajetreo social, lo cosmopolita; Lanzarote me da la energía del Atlántico, de los volcanes, de los paisajes y Galicia, ¡está grabado a fuego en mi cromosoma!, es mi infancia, mis raíces, el verde, la piedra.
Su trabajo está muy centrado en la realización de obras para espacios públicos. ¿Cómo se enfrenta a estas obras tan peculiares?
Lo primero que estudio es el espacio, porque el espacio es el que manda, pero no sólo en mis grandes obras, en formatos más pequeños como los que ahora se exponen en Lavinia el espacio también es fundamental.
Y hablando de Lavinia. ¿Cómo surge el proyecto de mezclar sus piezas con el vino?
Es un proyecto muy especial, muy sugerente en el que mis obras aparecen entre miles de botellas de vino como si fuesen un elemento más del espacio. Además creo que la idea de mezclar arte con vino tiene mucho futuro, es un concepto muy americano, precisamente los grandes bodegueros de Napa Valley en California son también grandes coleccionistas de arte y ahora en España muchos arquitectos y artistas comienzan a realizar grandes proyectos en torno al vino.
¿De todas las piezas de la muestra, con cuál se quedaría? Todas son especiales y distintas pero como estamos en año Xacobeo elegiría el “Homenaje al Peregrino” por lo simbólico y espiritual de la pieza.
¿Cuáles serán sus próximos proyectos?
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