ALFRED HITCHCOCK***
ALFRED HITCHCOCK
Alfred Hitchcock figura indiscutible del cine de misterio y de intriga. La capacidad del cineasta para aplicar recursos narrativos innovadores al servicio del suspense tuvo una importancia fundamental para el desarrollo del lenguaje cinematográfico moderno.
Poseedor de un dominio excepcional de las técnicas cinematográficas, produjo películas que mantienen al espectador en un constante estado de tensión hasta el final de la proyección y que lo llevan a vivir apasionadamente lo relatado en la pantalla.
- El Mago del suspense supo:
- Unir tramas de gran solidez con imágenes de excepcional fuerza expresiva,
- Concilió la calidad con el éxito comercial y,
- Legó una de las filmografías más brillantes e influyentes de la historia: su huella habría de percibirse en numerosas imitaciones.
Alfred Hitchcock nació el 13 de agosto de 1899 en Leytonstone, una población entonces cercana al neblinoso Londres de Sherlock Holmes, Jack el Destripador y Scotland Yard, y que hoy es un distrito del East End de la capital británica. Sus padres, William Hitchcock y Emma Jane Whelan, dueños de un negocio de comestibles, ya tenían dos hijos, William (1890) y Ellen Kathleen (1892), y gozaban de una cierta estabilidad económica, pero tampoco vivían de un modo excesivamente holgado.
La figura del padre intervino de una forma muy especial en la formación del carácter y la personalidad del muchacho. Cuando tenía cuatro o cinco años, su padre lo mandó a la comisaría de policía con una carta. El comisario la leyó y lo encerró en una celda durante algunos minutos diciéndole: "Esto es lo que se hace con los niños malos." Nunca comprendió la razón de esta broma siniestra, porque su padre lo llamó su "oveja sin mancha".
Para Hitchcock, el autoritarismo y la rigidez moral presidieron su educación. De aquí arranca el interés del director por el tema de la culpa, omnipresente en todos sus filmes y esquema común de la trama profunda de sus historias, normalmente como una alegoría sobre el pecado y la redención. Hitchcock hablaría muy pocas veces de su madre, y, sin embargo, de mayor, intentó siempre que estuviera a su lado.
Las repercusiones del catolicismo en su personalidad se acrecentaron durante sus años escolares, y así el muchacho ingresó en el Colegio de San Ignacio, fundado por los jesuitas en 1894 y especialmente reconocido por su disciplina, su rigor y su estricto sentido católico.
Este centro jesuítico, dejó una profunda huella en Hitchcock, por el modo como eran tratados allí la culpa y el perdón. No usaban el mismo tipo de correa con que azotaban a los chicos en otras escuelas. Era una correa de caucho». Esta práctica acentuó el miedo del pequeño Alfred a todo lo prohibido y acaso le descubrió los condimentos más emocionantes del suspense, esa turbia confusión sadomasoquista que florece ante lo inminente y fatal.
Hasta los catorce años permaneció en el colegio. En su primer curso sobresalió por su aplicación y obtuvo una de las seis menciones honoríficas que la dirección del centro concedía. Había conseguido la calificación de excelente en latín, francés, inglés y formación religiosa: las asignaturas que, según el criterio de sus maestros, eran de mayor importancia. Hitchcock recordaba estos años con amargura y, al mismo tiempo, como una influencia importante en su obra: «Si han sido educados en los jesuitas como yo lo fui, estos elementos tienen importancia.
En 1913 dejó el colegio y trató de orientar su futuro profesional. Comenzó los estudios de ingeniero en la School of Engineering and Navigation y siguió cursos de dibujo en la sección de Bellas Artes de la Universidad de Londres; al mismo tiempo ayudaba a sus padres en la tienda. Fue entonces cuando descubrió una nueva afición para sus ratos de ocio: el cine, que estaba empezando a imponerse como una de las actividades lúdicas más importantes de Londres. En la capital había más de cuatrocientos aparatos de proyección, instalados a menudo en pistas de patinaje.
De cinéfilo a director
En diciembre de 1914 murió su padre. Alfred quedó profundamente afectado y hubo de rehacer su vida junto a su madre. Con un trabajo creativo se labró cierto prestigio, a pesar de su juventud. Se libró del reclutamiento gracias a su trabajo en una compañía que colaboraba con la guerra y a su obesidad.
En 1925, Balcón le propuso dirigir una coproducción anglo-alemana titulada El jardín de la alegría (The pleasure garden). Era su primera oportunidad como director. El resultado, al parecer, agradó a los directivos, porque aquel mismo año dirigió otros dos filmes, El águila de la montaña (The mountain eagle) y El enemigo de las rubias (The lodger). Las tres se estrenarían en 1927.
El 2 de diciembre de 1926 se casó con Alma según el rito católico y se establecieron en Cromwell Road, en Londres. Al estrenarse, los filmes obtuvieron una buena acogida por parte del público y de la crítica. En ellos, el director aparecía marginalmente, sin estar incluido en el reparto: era su manera de firmar sus películas, que luego se haría tan popular. Aprovechando el éxito, cambió de productora, y a finales de 1927 rodó El ring (The ring), un filme basado en un guión propio con la British International Pictures. Con esta película se convirtió en uno de los directores más cotizados de Inglaterra y empezó su camino fulgurante hacia la fama internacional.
La fama
Con el éxito internacional aumentó considerablemente sus ingresos, y se compró una casa de veraneo en Shamley Green, en las afueras de Londres, cerca de la cual se instalaría su madre poco después. En 1928 nació su hija Patricia Alma.
En 1928 rodó sus últimos filmes mudos, The farmer's wife, Champagne y The maxman, y al año siguiente estrenó su primera película sonora, La muchacha de Londres (Blackmail), basada en una obra teatral que estaba teniendo un gran éxito en la capital. Por primera vez un filme británico incorporaba una banda sonora, a partir de la tecnología de la RCA estadounidense.
Lo suyo era el arte de la cámara: su enorme dominio de la imagen, a nivel persuasivo y sentimental, hacía que el público se identificara con sus historias y con sus personajes y convertía en verosímiles la fantasía y el misterio, las situaciones extrañas y originales con que vestía la realidad. Su extraordinaria narrativa cinematográfica llevaba al público a vivir apasionadamente lo que sucedía en la pantalla.
Maestro del suspense
A partir de entonces empieza la gran época del cine de Hitchcock, la época de los grandes títulos de su filmografía, una etapa dorada de creación ininterrumpida que duraría prácticamente hasta el fin de sus días. La primera película que hizo con la nueva productora fue El hombre que sabía demasiado una obra de arte del cine de suspense que fue elegida por la crítica como la película del año en Inglaterra.
Le siguieron otros títulos fundamentales de su filmografía: 39 escalones (The thirty-nine steps, 1935), Agente secreto (The secret agent, 1936) y Sabotaje (Sabotage, 1936), todo ello se rodeaba a menudo de un trasfondo metafísico-existencial en el que se concebía el amor de un modo romántico y redentor, y en el que la delimitación entre el bien y el mal y la conciencia de pecado no estaban exentas de cierta fascinación divertida por los malvados. Hitchcock era humanista y satírico a la vez, sádico y con un particular sentido del humor.
En Hollywood
Al poco tiempo de llegar a Hollywood, en 1941, los Hitchcock se trasladaron al apartamento de Carole Lombard en Bel Air; la actriz había decidido vivir con su pareja, Clark Gable. El mismo año, dado que la conflagración mundial se complicaba cada vez más, Alma viajó a Inglaterra y trajo consigo a su madre. Alfred también fue a Londres para recoger a la suya y llevarla a los Estados Unidos, pero su madre se negó.
En 1943 hizo La sombra de una duda (Shadow of a doubt). Aquel año murió su madre en Londres, el 26 de septiembre, a causa de una pielonefritis aguda. Hitchcock a duras penas pudo soportar el golpe: quedó emocionalmente destrozado y adelgazó cuarenta kilos en pocos meses.
En Recuerda, considerada como una de las cimas de la filmografía de Hitchcock, trabajaba por primera vez con Ingrid Bergman y con Gregory Peck, al que lanzó a la fama, y contó con la colaboración de Salvador Dalí para los decorados, de tipo onírico. Algunas de las secuencias con los dos protagonistas se cuentan, a juicio de muchos especialistas, entre las mejores escenas de amor romántico de toda la historia del cine.
Los gloriosos cincuenta
A comienzos de los años cincuenta, con su reputación cinematográfica por las nubes y una sólida posición económica, estrenó películas que confirmaron su fama en el mundo entero, como Atormentada (Under Capricorn, 1949), Pánico en la escena (Stage Frigth, 1950) y Extraños en un tren (Strangers on a train, 1951), un éxito rotundo de crítica y de público. La versión radiofónica del filme, estrenado por la CBS, batió todos los récords de audiencia.
Apareció entonces, en el firmamento cinematográfico, de Hitchcock una nueva estrella que acaparará durante unos años toda su atención: Grace Kelly. Con ella, la actriz que mayor fascinación le produjo nunca en su carrera, rodó Crimen perfecto (Dial M for murder, 1953), La ventana indiscreta (Rear window, 1954), junto a James Stewart, y Atrapa a un ladrón (To catch a thief, 1955), junto a Cary Grant. Son algunas de las películas más conocidas del maestro de la intriga.
En 1955 estrenó Pero ¿quién mató a Harry?, que dio su primera oportunidad y lanzó a la fama a una veinteañera Shirley MacLaine. A raíz de su nueva nacionalidad estadounidense, obtenida en 1955, firmó un contrato con la productora de televisión CBS para realizar una serie semanal de media hora de duración titulada Alfred Hitchcock presents, que de 1960 a 1965 se siguió realizando para la NBC.
La etapa final
En 1960 llegó Psicosis (Psycho), uno de sus éxitos más clamorosos y polémicos. Superando a sus obras anteriores, la película conmocionó la mentalidad de la época e inauguraba el género del suspense de tema psiquiátrico, el llamado thriller psicológico. Un jovencísimo Anthony Perkins (interpretando la doble personalidad de Norman Bates), Vera Miles y Janet Leigh formaron el famoso trío protagonista.
Pero, a sus setenta y seis años, a Hitchcock le llovían los homenajes: en 1978 recibió el premio a la labor de una vida del American Film Institute; en 1979 fue galardonado como el Hombre del Año por la Cámara de Comercio británico-americana; el mismo año fue nombrado por real decreto caballero comendador del Imperio británico.
Pocos meses después, la mañana del 29 de abril de 1980, moría el maestro y el genio del cine de terror, de suspense y de misterio, un hombre que creó un estilo y un mundo propios como pocos directores lo lograron a lo largo de la historia del cine. Se hallaba preparando ansiosamente, con su rigor y meticulosidad habituales, un nuevo guión de hierro para su película número cincuenta y cuatro, adaptación de la novela de Ronald Kirkbride titulada The short night. Pero Hitchcock, que había dicho "mi amor por el cine es más fuerte que cualquier moral", ya no podía hacer cine. biografías y vidas.
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