PIERRE TEILHARD DE CHARDÍN

                                                                          TEILHARD DE CHARDÍN

Nace en el castillo de Sarcenat, en Orcines (Auvernia, Francia), siendo el cuarto hijo de una familia numerosa de once hermanos: de Emmanuel Teilhard (1844-1932), archivista,​ y de Berthe de Dompiere.

Su padre, naturalista aficionado, influye decisivamente en su vocación profesional; y la religiosidad de su madre en su formación espiritual. Era sobrino-nieto de Voltaire.

Cursa los estudios de ciencias y letras en el colegio jesuita de Mongré (Villefranche-sur-Saône). En 1899, a los 18 años de edad, ingresa en el noviciado jesuita de Aix-en-Provence. Allí, y más tarde, en 1908, en el colegio jesuita de Hastings (cerca de Piltdown, Gran Bretaña), cursa estudios de teología, tras los cuales es ordenado sacerdote.

Es en esa época, durante su estancia en Gran Bretaña, en 1909, cuando conoce al naturalista Charles Dawson con quien compartirá la afición por la paleontología. Y es en 1912 cuando Chardin se ve envuelto en el escándalo del Hombre de Piltdown. Le une a este escándalo el hecho de ser uno de los primeros en conocer el descubrimiento de su amigo. El descubridor del supuesto hombre de Pitdown fue Charles Dawson, y Dawson junto a Smith Woodward, paleontólogo del Museo Británico de Londres fueron quienes lo presentaron a la Sociedad Geológica de Londres.


En 1912 entra a trabajar en el Museo Nacional de Historia Natural de Francia, en París, trabajando junto al paleontólogo Marcellin Boule, que había exhumado el primer esqueleto completo de un neandertal. En el Instituto de Paleontología Humana entabla amistad con Henri Breuil y participa con él (en 1913) en excavaciones en la, entonces recientemente descubierta (1903), Cueva de El Castillo de Puente Viesgo (Cantabria, España). Entre 1914 y 1919, permanece movilizado en el frente como camillero recibiendo la Medalla al Mérito Militar y Legión de honor.

En 1916 y 1919, publica sus primeros trabajos: La vida cósmica​ y El potencial espiritual de la materia. En ellos ya se transluce lo que será el núcleo de su pensamiento.


De 1922 a 1926, obtiene en La Sorbona tres licenciaturas de ciencias naturales: Geología, Botánica y Zoología, y alcanza el doctorado con su tesis Mamíferos del Eoceno inferior francés y sus yacimientos. En 1923 realiza su primer viaje a China por encargo del Museo de París. Otra vez en París, imparte clases como profesor en el Instituto Católico. Un artículo suyo sobre el pecado original es la causa de sus primeros enfrentamientos con la Santa Sede. Se ve obligado a abandonar la enseñanza.

Regresa a China donde en Zhoukoudian participa, junto a Henri Breuil, en el descubrimiento del Sinanthropus u hombre de Pekín —actualmente Homo erectus pekinensis—, el pariente más cercano del Pithecanthropus u Hombre de Java —actualmente Homo erectus erectus—. Breuil y Teilhard descubrieron que el hombre de Pekín era un fabricante de herramientas de piedra y que manipulaba el fuego.
En 1951 ingresa en la Academia de las Ciencias de Francia.En 1931 participa en el Crucero amarillo recorriendo el Asia Central, una peligrosa aventura científico-deportiva organizada por André Citroën para promocionar sus vehículos. Hasta 1951, que se establece en Nueva York, prosigue una intensa actividad científica marcada por numerosos viajes de estudios: Etiopía (1928), los Estados Unidos (1930), la India (1935), Java(1936), Birmania (1937), Pekín (1939 a 1946), Sudáfrica (1951 y 1953), así como varias provincias chinas (Shanxi en 1932, Henan en 1934 y Shandong en 1936).​ Teilhard contribuyó fuertemente a la constitución de una red internacional de investigación en paleontología humana.
Muere en Nueva York, el 10 de abril de 1955, el día de Pascua. Un año antes, durante una cena en el consulado de Francia de esa misma ciudad, confió a sus amigos: «Mi deseo sería morir el Día de La Resurrección».
Gran parte de su obra fue publicada con carácter póstumo por Jeanne Mortier, a la que nombró su albacea para temas editoriales. Esta obra ocupa trece volúmenes.

                  Pensamiento de Teilhard de Chardin

El biólogo Francisco J. Ayala realiza una síntesis sobre el pensamiento de Teilhard de Chardin y lo reduce a cuatro puntos básicos:​

El tiempo: la cuarta dimensión

Antes de la aparición de la teoría de la evolución, predominaba la imagen de un universo estático, formado totalmente desde sus lejanos comienzos. Por el contrario, con la evolución aparece la dimensión «tiempo», como un actor principal, ya que el cambio es lo esencial y lo estático es lo inexistente.

La evolución universal

Según Teilhard, no sólo la vida, sino la materia y el pensamiento están también involucrados en el proceso de la evolución. De ahí que es necesario atribuirle a dicho proceso un sentido.

Principio de complejidad-conciencia

El sentido de la evolución, que involucra tanto la materia, como la vida y el pensamiento (o el espíritu), está comprendido en un principio descriptivo de la mayor generalidad: la tendencia hacia el logro de mayores niveles de complejidad y, simultáneamente, al logro de mayores niveles de conciencia.

Omega: la meta de la evolución

A partir de la tendencia del universo, guiado por la Ley de complejidad-conciencia, Teilhard vislumbra el Punto Omega, al que define como «una colectividad armonizada de conciencias, que equivale a una especie de superconciencia. 
La evolución entonces se estaría convirtiendo en un proceso cada vez más opcional.​ Teilhard señala así los problemas sociales del aislamiento y de la marginalización como inhibidores enormes de la evolución, ya que la evolución requiere una unificación del sentido. Ningún futuro evolutivo aguarda a la persona si no es en asociación con los demás.​

Valoraciones negativas

El Padre Leonardo Castellani enumera en los siguientes puntos las fallas de su pensamiento desde una perspectiva católica:
  1. ​En 1962, bajo Juan XXIII, la Congregación del Santo Oficio emitió otro monitum ('advertencia') severo:
Varias obras del P. Pierre Teilhard de Chardin, algunas de las cuales fueron publicadas en forma póstuma, están siendo editadas y están obteniendo mucha difusión. Prescindiendo de un juicio sobre aquellos puntos que conciernen a las ciencias positivas, es suficientemente claro que las obras arriba mencionadas abundan en tales ambigüedades e incluso errores serios, que ofenden a la doctrina católica. Por esta razón, los eminentísimos y reverendísimos Padres del Santo Oficio exhortan a todos los Ordinarios, así como a los superiores de institutos religiosos, rectores de seminarios y presidentes de universidades, a proteger eficazmente las mentes, particularmente de los jóvenes, contra los peligros presentados por las obras del P. Teilhard de Chardin y de sus seguidores.
Sebastianus Masala, Notario. 30 de junio de 1962. 
José María Iraburu afirma que «la rehabilitación de Teilhard de Chardin es imposible, considerando la enorme gravedad de sus errores».​ Y se reafirma con el comunicado de prensa que la Santa Sede donde se declara:
[...] Después de haber consultado al Cardenal Secretario de Estado y al Cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, quienes, por orden del Santo Padre, habían sido debidamente consultados de antemano, acerca de la carta en cuestión, estamos en condiciones de replicar por la negativa.

Valoraciones positivas

A pesar de sus opiniones condenadas y de las sospechas de participación en el fraude histórico del Hombre de Piltdown,​ no son pocos los teólogos que han defendido la obra de Teilhard. En 1962 en El pensamiento religioso del padre Teilhard de Chardin, el jesuita Henri de Lubac, aunque reconoce que no comprendía bien el papel de la socialización en el pensamiento de Teilhard, destaca la continuidad de Teilhard con la tradición de la Iglesia.
El papa Pablo VI en un discurso sobre la relación entre fe y ciencia se refiere a Teilhard como un científico que acaba de estudiar este asunto y pudo «encontrar el espíritu», de manera que su explicación del universo manifiesta «la presencia de Dios en el universo en el principio inteligente y Creador».​
Durante las siguientes décadas teólogos prominentes y líderes de la Iglesia, incluyendo cardenales y el papa Juan Pablo II, valoraron la figura y las ideas de Teilhard. En 1981, el cardenal Agostino Casaroli, en nombre de Juan Pablo II, escribe en la primera página del periódico del Vaticano, L'Osservatore Romano:
Lo que nuestros contemporáneos, sin duda, recordarán (del padre Teilhard de Chardin) más allá de las dificultades de concepción y deficiencias de expresión en este audaz intento de llegar a una síntesis, es el testimonio de la vida coherente de un hombre poseído por Cristo en lo más profundo de su alma. Estaba preocupado por honrar tanto la fe como la razón, y anticipó la respuesta al llamamiento de Juan Pablo II: «No tengáis miedo, abrid, abrid de par en par las puertas de los inmensos ámbitos de la cultura, la civilización y el progreso a Cristo»
L’Osservatore Romano, 20/7/1981 .10

El cardenal Christoph Schönborn escribió en 2007:
Difícilmente alguien haya tratado de reunir el conocimiento de Cristo y la idea de la evolución como lo hizo el científico (paleontólogo) y teólogo P. Pierre Teilhard de Chardin, S. J. [...] Su visión fascinante sigue siendo controvertida, y sin embargo ha representado una gran esperanza, la esperanza de que la fe en Cristo y el enfoque científico para el mundo pueden reunirse. [...] Estas breves referencias a Teilhard no pueden hacer justicia a sus esfuerzos. La fascinación que Teilhard de Chardin ejerció sobre toda una generación provino de su manera radical de mirar a la ciencia y la fe cristiana juntas.​
Ya en 1987 el teólogo y cardenal Ratzinger, luego papa Benedicto XVI, en sus Principios de teología católica admitió que uno de los principales documentos del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes fue permeado por el pensamiento del jesuita francés. Benedicto XVI afirmó también que Teilhard tuvo una gran visión, que culmina en una verdadera liturgia cósmica, en la cual el cosmos se convertirá en una hostia viviente.​

Obra

Obras principales

  • El fenómeno humano (1955)
  • La aparición del hombre (1956)
  • Cartas de un viajero (1956)
  • El grupo zoológico humano (1956)
  • La visión del pasado (1957)
  • El medio divino (1957)
  • El futuro del hombre (1959)
  • La energía humana (1962)
  • La activación de la energía (1963)
  • El lugar del hombre en la naturaleza (1965)
  • Ciencia y Cristo (1965)
  • Cómo yo creo (1969)
  • Las direcciones del futuro (1973)
  • Escritos del tiempo de la guerra (1975)
  • El corazón de la materia (1976)

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