LUIS ALFREDO BOULTON***

                                                    LUIS ALFREDO BOULTON

  Considerado el historiador del arte más importante de la Venezuela del siglo XX, ensayista, fotógrafo, historiador y crítico de Arte venezolano, nacido en Caracas el 16 de junio de 1908 y fallecido en su ciudad natal el 27 de noviembre de 1995. 

 Dejó, además de su valiosa bibliografía: una espléndida obra fotográfica que aspira a plasmar el paisaje, el folklore, la historia, las costumbres, las formas de vida y, en general, las peculiaridades étnicas y geográficas de los diferentes pueblos de la América de habla hispana.

  Nacido en el seno de una familia acomodada, recibió desde niño una esmerada formación académica que contribuyó decisivamente al desarrollo de sus dotes artísticas e intelectuales. En 1920, cuando sólo contaba doce años de edad, empezó a interesarse vivamente por la fotografía.       

   Fue en el transcurso de un breve viaje que, a través del Atlántico, le llevó hasta París, donde tomó sus primeras instantáneas en el Parque Monceau. A su regreso a Venezuela, completó su educación en el prestigioso Colegio San Pablo de Caracas, del que salió en 1922 rumbo de nuevo a Europa, aunque esta vez con destino a Suiza. 

  En un caro y lujoso internado de Lausanne continuó recibiendo las enseñanzas que le subvenciona su progenitor, un acaudalado comerciante que había concebido el proyecto de que el joven Alfredo le sucediera al frente de los negocios familiares. Y así, tras concluir dicho período de formación en el pequeño país centroeuropeo, Alfredo Boulton fue enviado por su padre a Inglaterra, donde prosiguió sus estudios de Comercio hasta 1927.

   Durante esta segunda estancia en Europa, el joven Boulton conoció las obras de algunos fotógrafos franceses que le causaron honda admiración, como Louis-Jacques Mandé Daguerre -el genial inventor del diorama y el daguerrotipo- y Félix Nadar; pero, sobre todo, quedó absolutamente fascinado por el trabajo del norteamericano Man Ray, que habría de ejercer una poderosísima influencia en sus posteriores fotografías.

   De nuevo en su Caracas natal, emprendió una interesante trayectoria como fotógrafo amateur, marcada, en esta fase inicial, por la influencia de los movimientos vanguardistas que había conocido en el Viejo Continente -y, de forma muy señalada, por l Surrealismo-, así como por el dominio temático de áreas geográficas características del valle caraqueño. 

   Al tiempo que se entregaba al cultivo de esta faceta artística -Alfredo Boulton se hacía cargo, cumpliendo con el deseo de su padre, de importantes negociados dentro de las empresas familiares; pero enseguida advirtió que su futuro profesional y sus gustos y aficiones vocacionales le empujaban hacia los senderos del arte, por lo que abandonó sus ocupaciones mercantiles y se entregó de lleno al estudio, la crítica y la fotografía.

  Fue así como, a comienzos de los años treinta, empezó a adquirir un cierto reconocimiento en los foros artísticos y culturales caraqueños, merced a algunos trabajos primerizos de gran calidad, como su aplaudida serie de fotografías titulada El Cementerio de los Hijos de Dios (1930), que ofrecía el particular punto de vista de Boulton acerca del bello y peculiar camposanto de su ciudad natal. Dos años después, el joven artista local realizó otra notable serie centrada en los modelos diseñados por el pintor y escultor Francisco Narváez para la Fuente del Parque de Carabobo.

  El prestigio adquirido propició el ingreso de Alfredo Boulton, en calidad de crítico de arte, en la redacción de El Universal (1933), donde emprendió una nueva trayectoria laboral que habría de acabar convirtiéndole en uno de los grandes maestros mundiales de la profesión. Al cabo de dos años, ya plenamente integrado en el mundillo cultural caraqueño, se asoció con tres de los jóvenes escritores más prometedores del momento -el narrador Julián Padrón Bastardo, el poeta Pedro Sotillo y el gran maestro de la literatura venezolana contemporánea Arturo Uslar Pietri, primo del propio Boulton- para fundar El Ingenioso Hidalgo, publicación literaria que se convirtió en un referente obligado de la cultura hispanoamericana en la década de los años treinta.

  • La primera exposición individual de Boulton tuvo lugar en 1938, cuando el artista colgó treinta y cinco instantáneas de género y temática variados (retratos, paisajes y desnudos) en el Ateneo de Caracas. 
  • A partir del año siguiente, el artista se lanzó a un ambicioso proyecto de captar con su cámara lo más representativo de la geografía venezolana, programa que arrojó, como primero y sazonado fruto, una magnífica colección fotográfica titulada Los Andes (1939), al que siguió una de las obras mayores de Alfredo Boulton: el libro Imágenes del Occidente de Venezuela (Nueva York: Tribuna Printing Co., 1940), con notas de Julián Padrón y textos de Arturo Uslar Pietri.
  • Gran maestro de la iconografía nacional, Boulton supo poner todo su talento fotográfico al servicio de la historia venezolana, con impagables testimonios gráficos de su geografía física y humana, sus restos del pasado colonial, sus figuras egregias, su riqueza arqueológica, etc. 
  • Tras la publicación de aquel primer gran libro, incrementó su bibliografía con otras publicaciones tan notables como: 
  • Los llanos de Páez (París: Drager Frères, 1950)La Margarita (Barcelona [España] Seix Barral, 1952),
  Le siguieron varios estudios críticos sobre las diferentes representaciones pictóricas de las figuras egregias de la historia venezolana, como Simón Bolívar, Francisco Miranda, Antonio José de Sucre, José Antonio Páez, etc. Se trata de obras de obligada consulta para los historiadores del Arte de cualquier parte del mundo, como las tituladas: Los retratos de Bolívar (Caracas, 1956), Miranda, Bolívar y Sucre. Tres estudios iconográficos (Caracas, 1959) y Veinte retratos del general José Antonio Páez (Caracas, 1972).

  •  Su obra maestra es,  Historia de la pintura en Venezuela, publicada en tres gruesos tomos que vieron la luz entre 1964 y 1972. 
  • El primero de ellos (Caracas: Ed. Arte, 1964) ofrece la interpretación de Boulton acerca del arte colonial; 
  • El segundo (Caracas: Ed. Arte, 1968) analiza lo que Boulton denomina "época nacional"; 
  • El tercero (Caracas: Gráficas Edición de Arte, 1972) se explaya sobre la época contemporánea. Alfredo Boulton disecciona cuidadosamente en esta obra la evolución de las tendencias y los estilos, y señala los rasgos característicos de cada período, sintetizándolos en sus obras más representativas.

    Autor, además, de El arte en la cerámica aborigen (Caracas: Edición de Alfredo Boulton, 1978), el eminente crítico y ensayista venezolano dedicó profundos estudios a las obras de numerosos pintores, como Armando Reverón (1966), Alejandro Otero (1966), Rafael Monasterios (1969), Jesús Soto (1973), Carlos Cruz Diez (1975) y el ya citado Francisco Narváez (de cuya obra se ocupó ampliamente en uno de sus trabajos postreros, fechado en 1981). Esta copiosa producción ensayística le hizo merecedor del Premio Nacional de Literatura, al que más tarde se sumó, en reconocimiento de su importante obra creativa, el Premio Nacional de Fotografía (1991).

  •  Durante los años consagrados al estudio, la investigación y la redacción de todas esta obras, Alfredo Boulton no dejó de fotografiar la realidad de su nación y dar a conocer su obra en las principales ciudades de todo el mundo. 
    Entre sus exposiciones más destacadas, cabe citar la que llevó sus instantáneas hasta: 

  • El Museo de Arte Moderno de Nueva York (1946); 
  • la del Salón Planchart de Caracas (1948); 
  • la del Museo de Ciencias Naturales de Caracas (1950); 
  • la de la Asociación de Escritores de Venezuela en Caracas (1952); 
  • la del Instituto Cultural Venezolano-Francés en Caracas (1955); 
  • la del Musée de l’Homme en París (1978); 
  • la del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas (1979), y
  • la de la Fundación Eugenio Mendoza en Caracas (1992).

 Alfredo Boulton publicó su último libro, Fotografías, en septiembre de 1995, sólo dos meses antes de que la muerte le sorprendiera en su Caracas natal, a los ochenta y siete años de edad. José Ramón Fernández de Cano

             !HONOR, A QUIEN HONOR MERECE!

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