ARÍSTIDES ROJAS

                                                     ARÍSTIDES ROJAS


El ilustre naturalista Arístides Rojas, nace en Caracas un 05 de Noviembre de 1822, de padres Dominicanos que llegaron a Venezuela huyendo de las conmociones que afectaban a la isla. 


Arístides se convirtió en médico, historiador y hasta periodista; cultivó las letras y estudió con amor el pasado del país, desarrollando una obra civilizadora donde incentivó la cultura.

Arístides, ingresa en la Universidad Central de Venezuela, a la edad de 18 años, estudia filosofía y luego se inicia en la medicina, graduándose a los 26 años y ejerciendo en Escuque y Betijoque, en el Estado Trujillo. 


Sus padres quienes tuvieron mucha influencia en la vida de Arístides fueron, José María Rojas Ramos y Dolores Espaillat. Su padre llegó a ser administrador de la aduana de La Guaira, concejal y diputado al Congreso Nacional.
Este importante personaje de la historia venezolana, viaja hacia Estados Unidos y Francia en en 1857. Cuando residía en París, inició una estrecha amistad con Humboldt. A los veinte años empezó a ser conocido por sus trabajos sobre crítica histórica, literatura, geología, estadística, sismología, arqueología y sociología.

En 1864 fundó la Editorial Rojas Hermanos, cuyos locales fueron el lugar de reunión de la intelectualidad caraqueña. . Una de sus monografías fue publicada en los Anales de la Academia de ciencias del Instituto de Francia. Pero, no sólo era homenajeado en el extranjero, sino que en su patria también recibió numerosos honores y distinciones. Investigó con amor el pasado venezolano y cumplió la función civilizadora de divulgar cultura y sembrar inquietudes. Su huella luminosa es visible en la generación de intelectuales que continuó su obra.

En París perfeccionó sus estudios en los campos de las ciencias naturales y médicas, interesándose profundamente por la obra de Alexander von Humboldt. Aunque deseaba regresar a su país natal Venezuela, los acontecimientos de la Guerra Federal lo obligaron a radicarse en Puerto Rico, donde ejerció su profesión de médico, al mismo tiempo que se dedicaba al estudio y a la escritura.
Arístides Rojas formó parte de grandes círculos importantes en la sociedad, llegó a ser miembro de la Sociedad zoológica de Francia, de la Academia de Ciencias Físicas y Naturales de Cuba y de la de Bellas Artes de Chile.
Algunos de las obras que Arístides Rojas escribió, se encuentra: Estudios Indígenas, Contribución a la historia antigua de Venezuela, Orígenes de la Revolución Venezolana, Estudios Históricos y Orígenes venezolanos. En su obra Humboldtianas, Rojas estudia los caracteres de Colón, Bolívar y Humboldt. El escritor y naturalista muere en Caracas un 04 de marzo de 1894, y sus restos reposan en el Panteón Nacional desde el 21 de septiembre de 1983...
Reproducción de la Obra Espeleológica
A continuación se reproducirá el artículo de ROJAS (1875) manteniendo la gramática original sin modificaciones. Esta obra tiene cuatro reediciones presentando el mismo texto, con la excepción del siguiente párrafo: "Pero, al enviar a los redactores de La Tertulia la más bella y completa descripción...", el cual en las tres últimas ediciones fue modificado por: "Al incorporar a nuestras Humboldtianas la más bella y completa descripción...". También cambia la cifra de años transcurridos desde la visita de Humboldt a la cueva del Guácharo. Las dos primeras ediciones presentan una ortografía diferente a la actual, la cual fue modificada en las recopilaciones de Rohl.www.wikipedia.org

"Recuerdos de Humboldt y Codazzi"
La Cueva del Guácharo

He aquí un tema inagotable; la descripción de esta maravilla de Venezuela, célebre desde el día, en que ahora setenta y seis años, la visitó aquel Humboldt que ha dejado su nombre en ambos mundos, por donde quiera que su jenio interpretó los fenómenos de la Creación. He aquí un tema para el naturalista, y para el viajero, y para el jeólogo, y para el pintor, y para el hombre de la naturaleza, y para el hombre de la historia, porque en la Cueva del Guácharo no es sólo la armonía plástica lo que cautiva, sino también la vida en su múltiple belleza, la tradición en sus oríjenes, el mito que hermosea con sus luces indecisas los recuerdos del pasado.

Pero, al enviar á los Redactores de LA TERTULIA la más bella y completa descripción que hasta hoi se ha publicado de la célebre caverna, rindamos un homenaje al jeógrafo de Venezuela, que la exploró de una manera notable en 1835, y saludemos al mismo tiempo, esa memoria de Humboldt, el primero que dió a conocer al mundo de las ciencias esta maravilla del Continente americano, situada en la rejion oriental de Venezuela.- 

Unas líneas, por lo tanto, sobre el gran Humboldt, lijeras reminiscencias históricas que sirven de apéndice al trabajo de Codazzi, ¿no serian para el rector que desea conocer la gruta, como esos tenues rayos de la luz del dia, que acompañan al viajero hasta cierta distancia, en que armado con la tea encendida penetra con seguridad en las salas májícas del palacio subterráneo?

Cuentan que en los primitivos días de la conquista castellana, los primeros misioneros que se establecieron en las cercanías de la Cueva del Guácharo, tuvieron que refujiarse en esta, huyendo de los caciques chaimas, que los perseguian; y que allí, en medio de las tinieblas, celebran los misterios de la relijion de Cristo, hasta que triunfantes las armas castellanas, se entregarán libres y contentos al desempeño de su misión evanjélica. Y refiérese también que en la mitolojía de los chaimas la Cueva del Guácharo era la mansión de las almas, y que los indios respetaban aquel recinto en cuyo centro reposan sus antepasados. Por esto en la lengua de los chaimas, bajar al Guácharo, quiere decir: morir, descender a la eterna noche.

Estas tradiciones, unidas a relatos fantásticos, y a leyendas extraordinarias, relacionadas con la caverna, exaltaron la curiosidad de Humboldt, quien, a los pocos días de su llegada a Cumaná en 1799, emprendió su viaje de exploración hacia las rejiones occidentales de la provincia, con el principal objeto de estudiar la cueva, tema constante de tantos relatos.

¿Seguiremos las huellas del sabio en sus variadas excursiones? ¿Nos detendremos en cada uno de los sitios que deleitaron sus miradas y cautivaron su espíritu, lleno de emociones al encontrarse en medio de una naturaleza selvática, siempre renovada? No; nos detendremos solamente, cuando después de haberle visto recorrer las alturas del Cuchivano y de Cumanacoa, se detenga en la meseta de Cocollar, para contemplar el paisaje nocturno.


De su diario personal refiere:
"Nada hai comparable a la impresión de la calma majestuosa que deja el aspecto del firmamento en aquel lugar solitario. Al anochecer, fijando la mirada en aquellas praderas que ciñen el horizonte, y en aquellas llanuras cubiertas de yerbas, lijeramente onduladas, creíamos divisar a lo lejos la superficie del Océano que sostenía la bóveda estrellada del cielo. El árbol, bajo el cual estábamos sentados; los insectos luminosos que vagaban en torno de nosotros; las constelaciones que brillaban hacia el Sud: todo parecía indicarnos que estamos lejos de nuestro suelo natal: si entonces, en medio de aquella naturaleza exótica, se oía en el fondo del valle, el sonido de un cencerro, ó el mujido de una vaca, venía al instante el recuerdo de nuestra patria; y eran como voces lejanas que resonaban al otro lado de los mares, y cuyo májico poder nos transportaba de uno á otro hemisferio.

Poco después de la noche en que Humboldt contemplaba este paisaje tropical, se encontraba frente á la gran maravilla que deseaba estudiar, en el pintoresco valle de Caripe. Nuevo panorama el que debía exhibirse á sus ojos, cuando acompañado de los padres misioneros del convento de Caripe, y de algunos indios chaimas, quiso visitar en cierto dia la espaciosa gruta del Guácharo.- La maravilla parecía aguardar, pues la mañana se ostentó risueña; y dispuesto estuvo el ánimo de los viajeros. Afuera la vejetacion espléndida, espontánea, rica en formas y en especies, que coronaba la gruta con sus penachos de plantas: adentro, la vejetación subterránea, pobre; pero como un fenómeno de las fuerzas fisiolójicas: afuera el ave libre y la luz del dia: adentro los propietarios feudales de la cueva, el guácharo y su prole entre tinieblas, y el río subterráneo y las prolongadas galerías trabajadas por la gota de agua, que debían en breve retumbar á los gritos de las aves nocturnas en su choque contra la luz artificial y contra el hombre, intruso en aquellos antros de la muerte.

El recuerdo de los mitos y supersticiones locales; lo sagrado del recinto por la tradición indíjena y por la celebración de los misterios cristianos, cuando los patriarcas de la selva, huyendo de las belicosas tribus chaimas, se refujiaron en la gruta, como los primitivos mártires en las catacumbas de Roma; todo contribuía á hacer célebre la visita del hombre de ciencia en aquel templo de la naturaleza subterránea. El hombre primitivo de América y el pastor del Evangelio, el ave nocturna y la flor de los campos, he aquí el cortejo del explorador ansioso que, armado de instrumentos, debía herir la roca calcárea, establecer la edad de la gruta; fijar la temperatura del ambiente y de las aguas, estudiar la anatomía del guácharo, y recrearse á la vista de las cristalizaciones caprichosas que cual obeliscos se levantan en el Tártaro de los chaimas.

Inspirado por la idea de lo desconocido, y guiado por la luz del jenio, Humboldt penetra en la gruta. Sus miradas se fijan por todas partes, y con la curiosidad del niño se detiene á cada instante: la roca, la planta, el insecto, todo lo cautiva y de todo se ocupa, mientras el silencioso cortejo sigue sus pasos. A poco andar llegan á sus oídos los gritos lastimeros de las ayes nocturnal, que han divisado á los nuevos huéspedes de la caverna. Humboldt sigue, y á proporción que avanza, la gritería de las aves se aumenta, la luz del día escasea y el clarooscuro de la cueva se ostenta con sus primeras sombras. 

Enciéndense las teas, y su estremecimiento involuntario se apodera de los indios chaimas, al tener que penetrar en aquel recinto sagrado por la tradición y respetado por ellos. La comitiva continúa, impelida ya por Humboldt, en medio de aquella espantosa algazara en que las aves se defienden el hombre de la luz artificial. A los resplandores de esta, se proyectan en la bóveda las numerosas estalactitas, y el hombre, el ave, y las paredes de rocas, todo participa de aquella naturaleza terrible envuelta por las sombras del misterio. Adelante! dice Humboldt.- Adelante! repiten los misioneros: unos y otros en pos de la verdad; mas el chaima se revela: mientras en unos domina el ardor del entusiasmo, en los otros se pinta el espanto: son dos civilizaciones que se encuentran. 

A pesar de todo, los indios son vencidos y la caverna, continúa; pero llega un momento en que los chaimas dominados por el terror, se niegan firmemente á seguir: habíase llegado á aquel limite en que la fuerza es impotente ante la supersticion religiosa. Ni las súplicas de los misioneros, ni las promesas del sabio, pudieron desvanecer las creencias de los indíjenas; y cuando Humboldt habia alcanzado apenas la distancia de 570 varas, hubo de retroceder. Un obispo de Guayana habia sido mas afortunado, en remotos tiempos, pues habia podido llegar hasta la distancia de 960 varas.

Bastábale al sabio lo que habia visto: habia examinado la estructura de las capas calcáreas, y conocia la edad jeolójica de la montaña: estaba en posesion del ave nocturna, nuevo tipo de la seri animal, con el cual debia enriquecer la ciencia ornitológica: habia sorprendido las fuerzas vitales en sus antros subterráneos, y la temperatura interior en sus cambiantes á la sombra, habia, en fin, elevando su planta en aquel Aqueronte de los chaimas que, á semejanza del de los griegos, tenia sus aguas y aves estijias, su Cocito y sus sombras, como para revelar que la humanidad ha tenido en toda parte un orijen mítico, que ha hermoseado con lo maravilloso la cuna de todos los pueblos. ¿Qué mas podia desear? Habia dejado su nombre, que debia ser para los futuros exploradores del continente americano, lo que las estrellas para el navegante.

Pertenecía el jeógrafo de Venezuela, treinta y seis anos mas tarde, descubrir por completo aquella maravilla de la naturaleza, cruzar sus aguas subterráneas, sobreponerse a las preocupaciones indíjenas, fijar las alturas jeográficas interiores, descubrir las dilatadas galerías tachonadas de estalactitas, vencer la sublevación de los guácharos armados en defensa de su prole, pasar de la algazara al silencio eterno, y seguir hasta grabar en la última roca de aquel dilatado recinto, allá, á la distancia de 1.285 varas, el NON PLUS ULTRA. ¡Cuanta gloria, seguir las huellas de Humboldt y complementar la obra del sabio!


-"Aquí estuvo Humboldt" es la primera frase con la cual saluda el viajero explorador la Cueva del Guácharo; y todos siguen las huellas de Humboldt y de Codazzi, no ya en solicitud del ave nocturna que ha dado su nombre a la gruta, y la cual se encuentra en muchos lugares de Venezuela; no en solicitud de nuevas leyes y de nuevos fenómenos naturales, sino en solicitud del arte jeolójico, de las salas májicas, trabajo inmortal de la gota de agua, que no tomo de la paleta de la naturaleza sino el calcáreo para formar los obeliscos y las cristalizaciones del infierno chaima Dos nombres se destacan en el vestíbulo de este templo del arte divino.... HUMBOLDT .... CODAZZI. fuente:pioneros en venezuela. PDVSA

Caracas, marzo 1° de 1875.

               !HONOR, A QUIEN HONOR MERECE!

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