PAPA URBANO II

                                                       URBANO II



Urbano II nacido Odón de Chantillon  nace en Lagery, el año 1042- y muere en Roma, el 29 de julio de 1099. 


Fue el papa Nº 159 de la Iglesia católica, entre los años 1088 a 1099, en oposición al antipapa Clemente III (1080-1100). Sucedió al reformista Gregorio VII en plena querella de las Investiduras entre Papado e Imperio, conflicto que se superponía con la regeneración de la Iglesia, a causa de la práctica por entonces generalizada de la simonía, el nicolaísmo y el nepotismo.


Es conocido por su predicación de la Primera Cruzada (1094-1099) para la recuperación de Tierra Santa, por entonces bajo dominio musulmán, aunque murió antes de la culminación de ésta con la toma de Jerusalén. También reformó la administración pontificia y estableció la Curia Romana en su forma actual. Es venerado como beato en la Iglesia católica.

Nacido con el nombre de Odo (también escrito Eudes, Otto, Otho u Odón) en Lagery, cerca de Châtillon-sur-Marne (Francia) en 1042, era de ascendencia noble. Cursó educación eclesiástica e ingresó en la Orden Benedictina, desempeñando su primer cargo como archidiácono de Reims. Bajo la influencia de su maestro, Bruno de Colonia, ingresó en el monasterio de Cluny, del que llegó a ser prior. En 1078, el papa Gregorio VII le llamó a Italia, donde fue nombrado cardenal obispo de Ostia. También se convirtió entonces en asistente y principal consejero del papa.
El entonces Odo de Lagery se destacó desde el primer momento como uno de los más firmes defensores de la reforma gregoriana, especialmente desde los puestos como diplomático de Roma en Francia y Alemania que desempeñó entre 1083 y 1085. Su primer choque con el emperador de Alemania se produjo en 1083, cuando Enrique IV le mandó encarcelar durante un breve periodo de tiempo. Destacado en Sajonia en 1085, se encargó de que la mayoría de las sedes fueran ocupadas por clérigos partidarios de Gregorio.
Ya entonces se le comenzó a considerar uno de los posibles sucesores de Gregorio VII, aunque a la muerte de éste, en 1086, el elegido para suceder fue Desiderio, abad de Montecassino, que dirigió la Iglesia de Roma bajo el nombre de Víctor III durante los dos años siguientes y con quien Odo de Lagery se había enfrentado en un principio. 

Finalmente, Odo fue elegido papa por unanimidad el 12 de marzo de 1088, tras un pequeño concilio celebrado en Terracina, una montañosa región situada a poca distancia de Roma. Se dice que tanto Gregorio VII como Víctor III, con el que se había reconciliado, le propusieron como su sucesor antes de morir. En su proclamación eligió el nombre de Urbano II.

Conflictos por el poder

Desde el primer momento, Urbano II se manifestó como un estricto continuador de la política llevada a cabo por Gregorio VII, llegando a decir en su primer acto como Pontífice que "todo lo que él rechazaba, yo lo rechazo, lo que él condenaba, yo lo condeno, lo que él amaba, yo lo abrazo, lo que él consideraba como verdadero, yo lo confirmo y apruebo". Su llegada a Roma se vio complicada por la fuerte oposición del emperador de Alemania y el antipapa Clemente III, que había ocupado la ciudad. Sin embargo, consiguió el apoyo de los normandos de Roger I tras una visita relámpago a Sicilia, lo que le permitió entrar definitivamente en Roma, aunque debió combatir durante tres días con las tropas del antipapa antes de poder llegar a la Basílica de San Pedro. Durante este difícil acceso al solio, Urbano excomulgó a Clemente III y al emperador Enrique IV, que se había aliado con él.
En los años siguientes trató de recuperar su antigua esfera de influencia en Alemania, en clara confrontación con el emperador. Para ello, casó a la anciana condesa viuda Matilde de Toscana con el conde Güelfo II de Baviera, de apenas dieciocho años, con el fin de que unieran sus fuerzas en la guerra contra Enrique IV en el norte de Italia. También sancionó que no se podía obligar a los eclesiásticos a jurar fidelidad a autoridades laicas, lo que tendría grandes consecuencias en siglos posteriores.

A pesar de estos esfuerzos, en 1089 se vio obligado a abandonar Roma, que volvió a ser ocupada por Clemente III, y pasó los tres años siguientes convocando diversos sínodos en Amalfi, Benevento y Troia, en los que adoptó medidas contra la simonía, la ley de las investiduras y el matrimonio de eclesiásticos. En 1093 se unió a la Liga Lombarda en su apoyo a la coronación como Rey de los Romanos de Conrado, hijo de Enrique IV, mediante la que éste trataba de arrebatar el gobierno de Italia a su padre. En 1093 regresó a la sede pontificia de manera definitiva.
En 1095, Urbano II excomulgó también al rey Felipe I de Francia, debido a que éste había abandonado a su esposa Berta de Holanda para casarse a continuación con Bertrada de Monfort. El papa quedaba enfrentado así a los dos monarcas más poderosos de Europa en ese momento.

La Primera Cruzada


Sin embargo, Urbano no se limitó a garantizar su apoyo a los bizantinos y pronto concibió la idea de arrebatar Jerusalén y el resto de Tierra Santa a los selyúcidas, poniéndolos bajo el mando de europeos occidentales. En noviembre de 1095 convocó el Concilio de Clermont, al que acudieron en su mayor parte clérigos de origen francés, con el fin de dar a conocer su proyecto. 

Los asistentes se dejaron seducir por las arengas de Urbano, que postulaba entre otras cosas que Dios había elegido a Francia como guía de la Cristiandad para liberar Tierra Santa del yugo de los infieles musulmanes seguidores de la Sharia, en un proceso en el que todo aquel que participase vería perdonados sus pecados y sería recompensado a su llegada a Palestina con las fértiles tierras de ésta, ricas en leche y miel. Cuando preguntó a los asistentes si pondrían su espada al servicio de Dios, toda la audiencia contestó con un sonoro Dieu le veut! ("¡Dios lo quiere!") que a partir de entonces se convertiría en el grito de guerra de los cruzados.
Urbano II procuró mantenerse informado de los avances de la empresa tan pronto como fuera posible, pero murió finalmente en Roma el 29 de julio de 1099, 14 días antes de que los cruzados pudieran superar las defensas musulmanas y tomaran definitivamente Jerusalén. Su sucesor en el trono pontificio fue Pascual II.

La catolización de Sicilia y Campania

Casi tan ambiciosa como la proclamación de la Primera Cruzada en Oriente fue la política de Urbano II de catolizar el sur de la península itálica y Sicilia, cuya población era mayoritariamente cristiana a pesar del dominio musulmán sobre algunos territorios. Esta catolización fue tal ya que, a causa del Cisma de Oriente, la mayoría de los habitantes de estas regiones, no reconocían al Sumo Pontífice de Roma sino al de Constantinopla y seguían el rito griego en lugar del latino. En Sicilia, tras varios siglos de dominación musulmana hasta su conquista por los normandos en 1061, existía también una pequeña comunidad de sumisión.
En Sicilia se construyeron varias iglesias, se delimitaron nuevas diócesis y se definió una nueva jerarquía eclesiástica local desde cero. Por su parte, Adelaida de Montferrato, la esposa lombarda de Roger I, dirigió personalmente la emigración de campesinos del valle del Po a la zona este de la isla, hasta entonces poco poblada.

Beatificación

Existe indicios de la existencia de culto a la figura de Urbano II desde poco después de su muerte. Así, por ejemplo, entre las figuras dibujadas en el ábside del oratorio del Palacio de Letrán, construido por Calixto II, puede verse un retrato de Urbano bajo el que se incluye el rótulo de Sanctus Urbanus Secundus ("San Urbano II"). Dicha figura aparece coronada por una nube cuadrada y situada a los pies de la Virgen María.
A pesar de esto, la beatificación no fue propuesta formalmente hasta que el arzobispo de Reims presentó la causa correspondiente en 1878. El 14 de julio de 1881, el papa León XIII dio su aprobación a la propuesta y beatificó a Urbano II. www.wikipedia.org


            !HONOR, A QUIEN HONOR MERECE!

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