JOSÉ IGNACIO BALDÓ SOULÉS.

       JOSÉ  IGNACIO BALDÓ SOULÉS


El 01 de agosto de 1898 la ciudad de San Cristóbal, Estados Unidos de Venezuela vería nacer a José Ignacio Baldó Soulés, sin imaginar que en él, con su capacidad de pensamiento y acción, Venezuela encontraría la solución a problemas médico asistenciales que afectaban gravemente a la población

Fue el segundo de los cuatro hijos producto del matrimonio entre el abogado Lucio Baldó Jara y doña Delfina Soulés. La familia Baldó era procedente de Barinas, pero con los avatares de la Guerra Federal tuvo que trasladarse a Táchira, situación que cambiaría con el nombramiento como Ministro del Interior y Secretario de la Presidencia del Dr. Lucio Baldó, lo que impulsó el traslado de la familia a Caracas. 

Una vez culminados sus estudios de bachiller en el Colegio de los Padres Franceses, José Ignacio Baldó ingresó a la Escuela de Medicina en Caracas en el año de 1914 de la cual egresó en 1920. Una vez graduado como doctor en ciencias médicas, partió para Europa con el objeto de especializarse y completar así su formación. 

En principio, su intención era realizar estudios de cirugía en la ciudad de París, pero circunstancias inesperadas cambiaron sus planes iniciales. Al poco tiempo de su estadía en tierra extranjera, se le detectó una afección pulmonar. El diagnóstico médico fue tuberculosis pulmonar bilateral cavitaria. El pronóstico de los médicos tratantes era reservado y el tratamiento consistía en reposo absoluto, sol, aire puro y sobrealimentación. 

Toda esta situación hizo que el galeno se trasladara a Suiza, concretamente a internarse en el Waldsanatorium en Davos Platz, donde no sólo recibió tratamiento médico, sino que también inició un nuevo ciclo de estudios que marcarían la pauta en su futura labor como líder en medicina. Uno de los pasos principales lo dio, al convertirse en tercer ayudante del profesor Friedrich Jessen (1923), pero no conforme con este puesto, prontamente fue promovido a primer asistente. Posteriormente, luego del entrenamiento con el profesor Jessen, partió a Hamburgo y Munich, para profundizar su especialización en tisiología y la lucha antituberculosa bajo la dirección de los profesores Brauer y Sauerbruck.

Cruzada contra la tuberculosis.

La tuberculosis fue un serio problema de salud pública que afectó las tierras venezolanas hasta mediados del siglo XX. Aunque en 1882 el bacteriólogo alemán Robert Koch descubrió el agente patógeno causante de la enfermedad. En Venezuela los índices de la época revelaban que para el período presidencial del general Cipriano Castro (1899-1908), la tasa de mortalidad había alcanzado la cifra de 600 a 700 defunciones de cada mil habitantes en ciudades que no pasaban de 50 mil pobladores . 

La razón de todo esto se expresaba en la falta de servicios médicos adecuados que permitieran mantener a raya la epidemia y la precariedad de los cuidados. Este contexto social comenzaría a cambiar algunos años más tarde con las acciones del doctor José Ignacio Baldó. Tras su regreso en 1926 a Venezuela, Baldó no solo trajo su especialización en tisiología, bagaje cultural y experiencia, sino nuevos métodos terapéuticos y prácticas quirúrgicas para mermar la tuberculosis. Para comenzar la cruzada creó una clínica privada junto con Alberto Fernández y Martín Vegas, “La Policlínica de Caracas”, dando pie así a la lucha contra la tuberculosis en su tierra natal. 

La creación de esta institución fue todo un suceso, ya que ofrecía no sólo diferentes disciplinas de la Medicina y la Cirugía, sino también diferentes métodos de diagnóstico, lo que produjo un avance en lo referente a la Medicina Privada. Para el año 1933 el Dr. Baldó desempeñó el cargo de Médico Adjunto en el Servicio de Vacunación B.C.G. (Bacilo Calmette-Guérin) en el Ministerio de Salubridad, Agricultura y Cría , que para 1936 fue dividido por orden del Presidente de turno, el General Eleazar López Contreras, en Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y Ministerio de Agricultura y Cría respectivamente. Ese mismo año, creó la División de Tisiología del Ministerio de Sanidad, cuya dirección asumió. 

La campaña antituberculosa emprendida por Baldó avanzó con rapidez no sólo por su habilidad como líder, sino porque coincidió en 1936 con los proyectos nuevos del General López Contreras. Cabe destacar que para el año 1936 el Dr. Baldó se interesó en la erradicación de la tuberculosis bovina. Apoyado en su labor por funcionarios de distintos Ministerios, como el de Fomento, de Agricultura y Cría, de Asistencia Social entre otros, constituyó una Comisión que recibió apoyo oficial expresado en la promulgación del Decreto 57, de fecha 21 de noviembre de 1953. Las acciones emprendidas por los representantes de este grupo lograron mermar los niveles de tuberculosis en la población bovina. 

De hecho, actualmente la tuberculosis bovina se considera un problema superado en la mayoría de las zonas de producción lechera. En 1939 el Dr. Baldó contrajo matrimonio con Doña Josefina Ayala y como fruto de ésta unión nacieron dos hijas: Josefina y Pilar Baldó Ayala. Asimismo, por este tiempo elaboró un programa medico para el sanatorio antituberculoso El Algodonal, que abrió sus puertas el 02 de mayo de 1940, posteriormente denominado “Simón Bolívar” por mandato presidencial en honor al Libertador (actualmente “Complejo Hospitalario José Ignacio Baldó), al frente del cual estuvo hasta los últimos años de su vida. 

Este instituto no solo representaba un centro asistencial, sino que serviría para desarrollar labores investigativas y docentes. “Este complejo pasaría a convertirse en el máximo centro nacional, coordinador de la lucha antituberculosa, cuyo fundador y promotor había sido el doctor José Ignacio Baldó” (Libro José Ignacio Baldó: Trayectoria y legado al servicio de la medicina venezolana). 

Debido a su voluntad promotora, capacidad de acción, inteligencia, actitud renovadora, ambición, pero sobretodo gracias a la pasión que sentía por ayudar al prójimo, Baldó en sus cuarenta años de acción en el campo médico asistencial logró llevar a cabo cada proyecto que pasó por su mente, construyendo así un futuro prometedor en el ámbito de la salud pública venezolana. Programa de medicina simplificada urgido por prestar atención médica a los habitantes de las zonas rurales de Venezuela, que no eran pocos (aproximadamente 70% vivía en estas condiciones) y preocupado por la poca asistencia médica que a ellos llegaba, el doctor Baldó no se limitó con la creación de las cuatro redes de lucha antituberculosa, sino que llevó a cabo lo que él mismo denominó “Programa de Medicina Simplificada”, que estaba destinado a facilitar las prácticas curativas del personal no médico en zonas apartadas y fronterizas. Para llevar a la práctica la idea que pasaba por su mente (virtud primordial del Dr. Baldó), desarrolló estrategias de difusión para “vender sus ideas” de manera que lograra convencer y persuadir a la gente de que lo que él proponía era la “solución del problema”. Para promulgar su plan se valió de distintos medios, tales como: ofrecer la información por vía oral, entregar informes, realizar visitas de campo y reuniones.

En el año 1961 con motivo de la celebración el II Congreso Venezolano de Salud Pública, Baldó junto con su equipo de trabajo presentó una ponencia titulada “Necesidades de personal para los servicios de salud en Venezuela” donde expuso la necesidad de preparar personal que atendiera las áreas rurales, tan carentes de servicios médicos, para que respondieran en casos de emergencia. La idea fue rechazada por el gremio médico por ser considerada riesgosa. Sin embargó Baldó no se dio por vencido. Para comprobar que su idea era buena, organizó una expedición acompañado por los doctores Martín Vegas y Rafael Medina para estudiar la probabilidad de su proyecto en el Territorio Federal Amazonas, una de las zonas más atrasadas y deprimidas de las entidades federales, pero rica en grupos étnicos indígenas. 

Fueron cuarenta días de esfuerzo, pero no en vano, ya que pudieron demostrar la necesidad de crear un modelo de atención de salud en zonas rurales donde era prácticamente imposible que llegase el médico. Así pues, se elaboró y presentó un informe ante el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, donde se exponía toda la experiencia. Así mismo se le encomendó al Dr. Emilio López Vidal la redacción sencilla y de fácil comprensión para que fuese entendido por el personal auxiliar seleccionado, de un manual normativo que recogía las orientaciones, pautas y procedimientos de las divisiones del Despacho de Sanidad. Su primera edición fue publicada en 1962. 

Posteriormente, en marzo de 1963, se realizó otra ponencia titulada “Estudio de los problemas sanitario- asistenciales de la población rural dispersa” donde el Dr. Baldó junto con los doctores Carlos Luis González, Pedro Guédez Lima y Víctor Obregón Gaviria delimitaron el alcance del programa de Medicina Simplificada, explicaron la doctrina, bases y fundamento del mismo, y acotaron que este modelo solo se aplicaría en áreas rurales, específicamente en comunidades menores de mil habitantes, y que el personal tendría el carácter de auxiliar del equipo de salud, pero no sustituirían a otro personal. Además es importante señalar que la Medicina Desarrollada y la Medicina Simplificada van de la mano, ya que al delegar funciones en personal no profesional siempre debe haber un médico que se encargue de supervisar el desempeño del personal. 

Por otra parte, los principios doctrinarios que regían el Programa estaban basados en los mismos que rigen la Medicina nacional: integración de actividades, permanencia del servicio, centralización normativa y descentralización ejecutiva, supervisión y evaluación. Es pertinente recordar que tanto la Medicina Simplificada como la desarrollada “son grados de una sola medicina” (Libro José Ignacio Baldó. Trayectoria y legado al servicio de la medicina venezolana). Aclarado los puntos que a muchos preocupaba y otros desconocían, la Federación Médica acogió el programa y el Ministerio de Sanidad respaldó la decisión. Es curioso encontrar como al concretarse el programa de Medicina Simplificada el doctor Baldó tuvo que sobrellevar la existencia y las prácticas de “brujos” y “comadronas”. 

Conciente de la importancia de estos personajes dentro de las poblaciones rurales, ya que formaban parte de la tradición, se esmeró en tratarlos con paciencia, de manera que ellos mismos asumieran el giro que implicaba cambiar sus prácticas tradicionales por Medicina científica de primeros auxilios. Así, el doctor Baldó optó por ofrecer sus conocimientos y enseñarles lo que se debían y no hacer en las prácticas que ellos llevaban a cabo, ganando la confianza y amistad tanto de brujos como de comadronas. Cabe destacar que la idea de implantación de este programa que consistía en la delegación de actividades médicas a personal adiestrado para atender ciertos casos médicos había pasado por la mente de otros doctores como Jacinto Convit con el personal de campo de la División de Lepra o el doctor Arnaldo Gabaldón con el personal auxiliar de Malariología.

La discrepancia está que en el de Baldó, a diferencia de los intentos anteriores, hubo constancia, continuidad, tesón, organización y planificación, elementos que hicieron que el programa fuera un éxito y perdurara a través de los años. Tal fue el impacto del programa que no sólo captó la atención Nacional, donde tanto el gobierno como los médicos le dieron gran acogida y reconocimiento, sino que llegó a ser considerado modelo a seguir para aplicarlo en otros países por la Organización Mundial de Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), así como por la Organización Latinoamericana de Asociaciones Antituberculosas. 

El educador sanitario 

No conforme con la lista de aportes médicos, el Dr. Baldó se abrió espacio para dedicarse a la docencia, ya que para él era fundamental, instruir a los futuros encargados de preservar la salud de los pacientes tratantes. Tratar de desligar la labor docente de la labor sanitarista de Baldó es prácticamente imposible, ya que toda su obra gira, básicamente, en torno a la erradicación de la tuberculosis en Venezuela. A partir del 25 de febrero de 1936 el doctor Baldó ejerció como profesor de la cátedra libre de Clínica Tisiológica contando con el Dr. Rafael González Plaza como Jefe de Clínica. El 20 de diciembre del mismo año fue seleccionado como miembro de la Academia Nacional de Medicina. Entre 1937 y 1962 se desempeñó como profesor de la cátedra de Tisiología de la facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela. 

Es interesante recalcar que en 1937 se realizó en la Universidad Central el primer concurso de oposición en el país, confiriéndosele al Dr. Baldó la Cátedra Clínica Tisiológica. El 11 de diciembre de 1956 se le confiere el título de Profesor Honorario de la Facultad de Medicina, en acto académico realizado en la Universidad de los Andes. A medida que avanzaron los métodos de diagnóstico, se fue dando la importancia merecida a las enfermedades pulmonares lo que dio pie a que las diferentes cátedras de Fisiología se convirtieran en la Cátedra de Neumonología, incorporando las enseñanzas y técnicas de diagnóstico y tratamiento en la lucha contra el cáncer de pulmón, los tumores, la micosis, los quistes y otros procesos patológicos causados por bacterias, virus y parásitos, ampliando así el ámbito de acción. 

Para 1940, debido al segundo curso realizado en el país para preparar médicos higienistas, se entendió que los dispensarios antituberculosos no se daban abasto con las comunidades rurales, por lo cual se ideó un nuevo plan de trabajo, denominado red secundaria de tuberculosis. Se agregó a este curso el adiestramiento teórico práctico requerido para que los médicos que tenían servicios locales pudieran realizar un mínimo de trabajo en tuberculosis, lo que dio pie al nacimiento de la Fisiología Sanitaria que aunada a otras clínicas, colaboró en la creación de los Cursos Medios de Higienistas, mejor conocidas como Clínicas Sanitarias. 

Siete años más tarde, se dictó en el Sanatorio “Simón Bolívar” el primer curso de postgrado de Fisiología, “el cual se constituye como pionero dentro del área clínica en el país”. Como director fungía el Dr. Baldó mientras que el rol de instructor lo ejerció el Dr. Rafael González Plaza. Para su realización contaron con la colaboración de todos los médicos de la institución. Apoyado por la creación de la Escuela de Salud Pública dentro de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, Baldó coordinó los esfuerzos de grupos universitarios para dar paso a la iniciación de los cursos de postgrado clínico. Una vez más el Dr. Baldó cumplió su cometido y continuó su marcha hacia más logros en el ámbito universitario-médico.

  • Como reconocimiento a la maravillosa labor docente de Baldó, fue distinguido con distintas promociones, tales como: Promoción “José Ignacio Baldó”, Curso de Trabajadoras Sociales, 
  • Escuela de Servicio Social; 
  • Promoción “José Ignacio Baldó” Curso de postgrado de Médicos Tisiólogos-UCV 1957, entre otras. 
  • El 20 de noviembre de 1976 se apagó la vida del insigne médico sanitarista, por lo cual la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, conciente y abatida por la gran pérdida, acordó tres días de duelo, tres días en los cuales no se desarrolló ningún tipo de actividad cultural o deportiva.
  • José Ignacio Baldó Soulés, dejó de legado no sólo más de 130 trabajos científicos, publicados en distintas revistas (Rev. Gaceta Médica de Caracaas, Tisiología y Neumología, publicaciones del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social) , entre los cuales destacan: 
  • Contribución al estudio de las instituciones médico-asistenciales a realizar para la zona industrial del Caroní (1959)
  • El educador sanitario (1963), 
  • Estudios sobre la tuberculosis de la infancia en Caracas (1936), 
  • La lucha antituberculosa en Venezuela y sus problemas (1944), entre otros, sino unas bases sólidas para la construcción de una medicina de primera y una hermosa lección de vida, que demuestra que el límite, lo pone uno mismo.  fuente>caibco.ucv.ve
El país se honra en hombres como el Dr Baldó quien por su gran capacidad, humanismo y entrega en beneficio de sus conciudadanos,  ha realzado nuestro gentilicio. 
       

            !HONOR, A QUIEN HONOR MERECE!

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