SANTA TERESA DE JESÙS*****
SANTA TERESA DE JESÙS
Nacida en Ávila en 1515, Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, más conocida como Santa Teresa de Jesús fue una mujer de excepcional talento mental, como de corazón. Huyendo de casa, entró en el convento de las Carmelitas de Ávila en España a la edad de veinte años.
Mística, escritora,monja carmelita descalza (OCD), fundadora de monasterios de monjas y frailes contemplativos (o descalzos), mística, escritora. Luchó antes de llegar a lo que ella llama su «conversión» a los 39 años. Pero, el encuentro con algunos directores espirituales la lanzó con grandes pasos hacia la perfección.
Su padre, Alonso Sánchez de Cepeda, era hijo del converso Juan Sánchez de Toledo, afortunado mercader, casado con Inés de Cepeda. Don Juan había judaizado y fue penitenciado por la Inquisición. La mujer murió dos años después, dejándole dos hijos: María de Cepeda y Juan Vázquez de Cepeda.
En 1509 Alonso contrajo segundas nupcias con Beatriz de Ahumada, de quince años, que residía en Olmedo con su madre, Teresa de las Cuevas. La boda se celebró en Gotarrendura, donde los padres de Beatriz tenían casa señorial. Allí nació la primera hija de Beatriz, el 28 de marzo 1515, que recibió el nombre de la abuela y el apellido de su madre: Teresa de Ahumada.
Debe acentuarse, pues, la importancia que tuvo en la formación y actuación social-religiosa de Teresa de Ahumada el origen converso de su familia. Así, el tema de la honra, tema central de los escritos teresianos, corresponde a la obsesión por la “negra honra” de parte de los conversos. Américo Castro ya nota en la nieta del converso toledano “un anhelo de compensar con linaje espiritual la carencia de uno socialmente aceptable”. Teresa conoció los esfuerzos de su padre y de sus tíos conversos para lograr una declaración de hidalguía. Pero, hablando de sus padres, no dice que fueron “hidalgos”, sino “virtuosos y temerosos de Dios”.
La atmósfera cultural-religiosa en la cual Teresa se educó es por ella caracterizada cuando escribe: “Era mi padre aficionado a leer buenos libros, y así los tenía de romance para que leyesen sus hijos éstos”, y de su madre declara: “Con el cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar y ponernos en ser devotos de nuestra Señora y de algunos santos, comenzó a despertarme, de edad —a mi parecer— de seis o siete años”.
La niña precoz pasó a ser la habitual compañera y confidente de doña Beatriz, que la enseñaba a leer y escribir. El temor a que sus hijas sufrieran la influencia de los alumbrados inducía a padres de familia a negarse a que sus hijas aprendiesen a leer y escribir. Tal temor no existía en casa de los Cepeda y Ahumada. La actitud de Alonso y Beatriz a este respecto era innovadora para la época. El libro que dejó una huella indeleble en Teresa y en su hermanito Rodrigo era el Flos Sanctorum, que tenía la vida de Cristo y de muchos santos. “Espantaba mucho —dice ella— el decir que pena y gloria era para siempre, en lo que leíamos... Gustaba de decir muchas veces: ¡para siempre, siempre, siempre!”.
En los umbrales de la adolescencia, Teresa perdió a su madre. Se le abrió un gran vacío afectivo. Después de una temporada de devaneos mundanos, Alonso recogió a su hija en el Convento de monjas Agustinas Santa María de Gracia, como doncella de piso.Tal “mudanza” de la casa de su padre a un mundillo monjil significaba para Teresa una seria confrontación con su destino.
En María de Briceño, maestra de novicias y de las doncellas, encontró la joven Teresa a “la amiga de más edad”, la confidente de sus intimidades, que le quitó “algo de la gran enemistad que tenía con ser monja”. En su alma empezó a surgir “la verdad de cuando niña”. Confiesa: “A cabo de este tiempo [...] ya tenía más amistad de ser monja”.
Su proceso biográfico espiritual tomó un rumbo definitivo en el encuentro con su tío Pedro Sánchez de Cepeda, converso retraído y lector de “buenos libros en romance”. Tal vida en compañía de Dios, señal del desposorio con Él, trasladará el centro de gravedad de su vida espiritual hacia la experiencia de la amistad con Dios. Su evolución hacia la madurez afectivo-espiritual fue un proceso de identificación cristológica: Teresa de Ahumada se convirtió en Teresa de Jesús.
Al aumentarse las mercedes místicas, ella tuvo que enfrentarse con las injerencias y censuras de confesores, teólogos y amigos temerosos sobre las experiencias místicas de la monja visionaria.
Y, además de ser mujer y mística, debió de constituir un factor de peligro, la ascendencia judeoconversa de la madre Teresa y de varias de sus amigas, candidatas para el hábito en la nueva fundación de San José de Ávila. La participación de los “cristianos nuevos” o “conversos” en el movimiento iluminista era notable.
Por la aumentación de la Iglesia se le concede el título de fundadora. Más explícitamente, en documentos oficiales suele decir: “Yo, sor Teresa de Jesús, Fundadora de los monasterios de monjas descalzas de la dicha Orden”. Tanto en el breve de beatificación como en la bula de canonización se le da el título: “Fundadora de la Orden de carmelitas descalzos”.wikipedia.
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