JOSÉ ASUNCIÓN SILVA

                                                      JOSÉ ASUNCIÓN SILVA
PARADIGMA DE SENSIBILIDAD DE SU TIEMPO.

José Asunción Silva nació el 27 de noviembre del año 1865 y muere el 24 de mayo del año 1896, en la ciudad de Bogotá,  oficialmente Bogotá, Distrito Capital, abreviado Bogotá, D. C. (durante la época de dominio español y desde 1991 hasta 2000 llamada Santafé de Bogotá.  Hijo de Ricardo Silva Frade y de Vicenta Gómez Diago. 

Fue un poeta colombiano modernista. Se considera que su obra de mayor relevancia es ¨El libro de versos¨. Fue uno de los más importantes precursores del Modernismo, y, según otro sector de la crítica, uno de los más importantes escritores de la primera generación de modernistas.
Sin ocupación de la cual derivar un sustento, acepta en 1894 el nombramiento de secretario de la Legación de Colombia en Caracas. Allí frecuenta los salones más distinguidos, sueña con negocios de los cuales sacar buenos dividendos y establece amistad con los redactores de la revistas El Cojo Ilustrado y Cosmópolis. Todo va bien hasta que sus finanzas decaen, y comienza su enfrentamiento con el ministro de la Legación -el general José del Carmen Villa,- a quien menosprecia y hace objeto constante de burla y siente la ausencia de su madre.

El 28 de enero de 1895, el barco a vapor Amérique, que lo trae desde Venezuela, naufraga frente a Barranquilla. Los manuscritos de su obra: el Libro de Versos y los Cuentos Negros, que pensaba publicar se hunden con él.  No continúa su viaje a Bogotá; regresa a Caracas para cumplir con su asignación diplomática, pero las fricciones con el ministro de la Legación y su falta de liquidez frustran su deseo de iniciar un nuevo período en el cargo. Dos meses más tarde está de nuevo en Colombia. Ha fracasado como diplomático y pone entonces sus esperanzas en la instalación de una fábrica de baldosines, con una fórmula química patentada por él, consiguiendo, el concurso de varios socios capitalistas, pero  lamentablemente fracasa.
Los últimos días de su vida los dedica a la reescritura de su obra. En abril de 1896, en una carta a Eduardo Gutiérrez, comenta: «Vivo una vida inverosímil. No veo a nadie: trabajo el día entero y la mitad de la noche...» 

Deja completos y ordenados los manuscritos de El Libro de Versos y su novela De sobremesa. Para esa época, sus amigos son escasos; la familia de su abuela materna le ha dado la espalda, la sociedad bogotana lo ignora, y sus pocos bienes personales tiene que entregarlos a sus acreedores u ofrecerlos a cambio del pago de un arriendo atrasado o de alguna emergencia. Días antes de su última voluntad, comentaba con su amigo Baldomero Sanín Cano, y los citando a Maurice Barrès: «los suicidas se matan por falta de imaginación»
La madrugada del 24 de mayo de 1896, tras una pequeña velada con algunos amigos la noche anterior, José Asunción Silva sé disparó en el corazón, donde previamente se había hecho dibujar una cruz por el médico y amigo de infancia Juan Evangelista Manrique. Del suicidio de Silva en sí, de sus detalles, se sabe muy poca cosa. Desde el principio se dijo que se había matado con un revólver Smith & Wesson viejo, y que se encontró a la cabecera de su lecho El triunfo de la Muerte de Gabriele D'Annunzio en una traducción francesa. Cuando se supo la noticia, uno de los primeros en llegar a la casa del poeta fue Emilio Cuervo Márquez, quien narró así su último encuentro con Silva:
«Se me introdujo a su alcoba. Todavía el cadáver no había sido colocado en el ataúd. Allí estaba el poeta, a medio vestir, incorporado en el lecho, sostenido por almohadas, cubierto hasta la cintura por los cobertores, un brazo recogido sobre el pecho, el otro extendido sobre las sábanas, la cabeza de Cristo ligeramente tronchada sobre el hombro izquierdo, los ojos dilatados y los labios entreabiertos, como si interrogase a la muerte. Una paz sobrehumana había caído con su rostro de cera [... ] Largo rato después de mi llegada, se me comunicó que la madre del poeta nos comisionaba a don Luis Durán Umaña y a mí para practicar una visita en la oficina de José Asunción. Esa oficina [...] la conocíamos bien. En un cajón del escritorio encontramos una libreta de cheques del Banco de Bogotá. Ansiosamente la examinamos. El talón del último cheque, girado el día anterior, decía textualmente: "A favor de Guillermo Kalbreyer, florista. Un ramo de flores para la Chula $ 4.00". La Chula era el nombre de cariño que en la casa se daba a la hermanita menor de José Asunción [... ] Hecho el balance sobre la misma libreta, descubrimos que el saldo disponible en el banco alcanzaba a pocos centavos. El valor de las flores obsequiadas a su hermana representaba el capital de Silva en el día de su muerte. [...] Era un mediodía luminoso. Después de llenadas las formalidades de autopsia en la oficina médico-legal [...], y durante la cual los asistentes nos dispersamos en el vecino jardín, el largo cortejo siguió camino del cementerio de los suicidas, situado no lejos del lugar en donde se depositaban las basuras de la ciudad.»
Sus restos fueron inicialmente enterrados en el muro de los suicidas del cementerio común y posteriormente fueron trasladados al pasillo principal del Cementerio Central de Bogotá, donde comparte un mausoleo al lado de su hermana Elvira.
La obra de José Asunción Silva es breve, en parte por el naufragio en el que se perdieron gran parte de sus manuscritos. Comprende alrededor de 150 poemas, una novela titulada De sobremesa y una serie, también breve, de prosas y notas críticas. Los poemas están distribuidos en cuatro conjuntos. El principal de ellos, por su calidad y coherencia, es El libro de versos, el único que Silva organizó y dejó listo para publicar. Bajo esas características y con ese título se dio a conocer por primera vez en 1923.

En 1945 se hizo una edición facsímilar, reproducción de los originales. Este volumen comprende su producción de 1891 a 1896. Su obra primera, escrita entre los 14 y 18 años de edad, estuvo inédita hasta 1977, fecha en que se halló en la Biblioteca Nacional de Colombia un libro manuscrito, conocido parcialmente, el cual se publicó bajo el título de Intimidades, con un estudio del profesor Héctor Orjuela, experto en el trabajo silviano.
José Asunción escribió variadas notas en su ensayo Por el amor de Louis; entre las más notables se encuentran sus Poesías varias
Eres un clavel en el invierno que aunque el frío te aceche seguirás firme en este crudo y despiadado terreno y estarás ahí sin herirme con tan hermoso diseño.
Los últimos dos conjuntos de su poesía se han reproducido como capítulos de la obra completa. Uno, corresponde a un grupo de poemas sueltos que se suele publicar con el título de Poesías varias y el otro a una serie de versos satíricos, conocida como Gotas amargas, la cual fue reconstruida por sus amigos, pues el poeta nunca quiso publicarla. La primera es la organización dada a la obra poética de Silva por los críticos, y así han podido establecer fechas, autenticidades y características. Sin embargo, el primer libro de Silva se publicó en Barcelona en 1908, por la editorial Maucci, con un visionario prólogo de Miguel de Unamuno. Esta edición lleva varios poemas, algunas prosas y un fragmento de la novela De Sobremesa.
Conocedores de la obra silviana como Eugenio Florit y José Olivio Jiménez han visto a Silva como el más heterodoxo de los modernistas de la primera generación. Conviene aquí señalar que su formación fue autodidacta y, por lo tanto, desordenada y ecléctica. Sin embargo, había leído mucho y poseía una inmensa capacidad de asimilación y, sobre todo, una sed insaciable de conocimientos y lecturas.

Sólo así se explica que, aislado en una Bogotá encerrada en sí misma, regocijada en el romanticismo del siglo XIX y en el costumbrismo, y en gran parte alejada de la cultura literaria y estética que bullía en el momento, haya podido Silva asimilar esa cultura, experimentar y crear nuevas formas literarias y convertirse así en uno de los paradigmas de la sensibilidad de su tiempo.
Rafael Maya hizo un importante estudio sobre Silva en los años cuarenta. Con gran conocimiento de la literatura y de la cultura europeas e hispanoamericanas del siglo XIX, Maya determina que la prosa modernista -que para algunos como Arrom se vislumbraría ya en Juan Montalvo-, luego de adquirir vigor y maestría con Martí y Gutiérrez Nájera, alcanza su momento de esplendor con Silva y Rubén Darío, quienes alrededor de 1888 comenzaron a escribir la prosa nueva, llena de matices y sugerencias, y agrega Maya que esa prosa, esencialmente artística, la tomaron de Bécquer, quien también en el aspecto lírico tuvo una gran influencia en ambos. El hecho es que por esos años Darío y Silva rompen con la «vieja marcialidad del estilo castellano», y lo llenan de ondulaciones, de murmullos y de «música de alas». Maya concluye que la prosa de Silva es un fruto maduro y pleno del modernismo, en tanto que su poesía tantea los terrenos líricos de ese movimiento.
Uno de los aportes notables de Silva a la poesía es la experimentación y la readaptación de metros tradicionales, variando ritmos y acentos y jugando con estrofas y medidas, con el propósito de desencorsetar la rigidez del verso, poniéndolo al servicio de las modulaciones, músicas, sensaciones y emociones que quería expresar.
Desde otro terreno, y lo anota también Maya, Silva «dio cuerpo a ese vago mundo de sugestiones románticas, situando en el plano de la sensibilidad lo que antes había sido objeto del sentimiento». Y tal es, enunciada en pocas palabras, una de las características esenciales de la revolución modernista. Sus temas son de estirpe romántica, pero las circunstancias que los suscitan, su manejo y su expresión formal difieren muchísimo del estilo romántico. Si Silva habla de la muerte, los sueños, la infancia perdida, el amor no satisfecho, las sombras del más allá, lo hace, igual que todos los modernistas, como una manera de negar la sociedad burguesa, que los ha excluido. Se afirman como creadores recurriendo a las utopías o -como en el caso de Silva- refugiándose en experiencias, seres y mundos ya desaparecidos y, por tanto, inaccesibles.

Dado que es una figura de primera línea de la poesía hispanoamericana y un personaje colombiano memorable, el pintor José Cárdenas, invitado por el Banco de la República de Colombia, realizó el diseño completo del billete de cinco mil pesos, en homenaje al poeta, con su imagen en el anverso, y en el reverso la de su hermana, Elvira, y un fragmento del Nocturno III, inspirado en ella.
El legado de Silva, además, se ve hoy día materializado en la Casa de Poesía Silva, fundada el 24 de mayo de 1986 por Belisario Betancur, entonces Presidente de la República. Ésta fue la primera casa de poesía que se abrió en el ámbito de la lengua española. La Casa es una fundación privada sin ánimo de lucro, cuyo objetivo es facilitar y propiciar el estudio, conocimiento y goce de la poesía de todos los tiempos y países. Para ello cuenta con servicios permanentes, varios de los cuales se prestan en forma gratuita.

Véase también

-- Falta lo más importante, el amor con su hermana.
fuente:wikipedia.org.

¡HONOR, A QUIEN HONOR MERECE!


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