SAN PEDRO CLAVER ***

                                                            SAN PEDRO CLAVER

San Pedro Claver S.J. nació  el mes de junio de 1580 en (Verdú, (Verdú es un municipio de la provincia de Lérida, España. ubicado en la comarca de Urgel, según datos de 2008 su población era de 1029 habitantes, y murió en   Cartagena de Indias, el 09 de septiembre de 1654), cuyo nombre de nacimiento fue Pere Claver Corberó.

Fue un misionero y sacerdote jesuita español que pasó a la posteridad por su entrega a aliviar el sufrimiento de los esclavos del puerto negrero de Cartagena de Indias donde vivió la mayor parte de su vida. Se apodó a sí mismo el «esclavo de los negros».
Tímido y sencillo, catalán corto en palabras y largo en hechos, Pedro Claver Corberó, es una de las figuras del cristianismo del siglo XVII, cuya vida se desarrolló en el puerto negrero de Cartagena de Indias. Su entrega abnegada a los negros bozales, de los que los teólogos de esa época discutían incluso si poseían alma,Nota 2​ es un modelo admirable de la praxis cristiana del amor y del ejercicio de los derechos humanos, de los que se lo declaró «defensor» en 1985.​ Sus restos se encuentran en el altar mayor de la Iglesia de San Pedro Claver en Cartagena de Indias. Se lo honra como patrono de los esclavos, y desde 1896 como patrono de las misiones entre los negros.​ Se lo considera un ejemplo heroico de lo que debe ser el amor por los más pobres y marginados.
Pedro Claver es el santo que más me ha impresionado después de la vida de Cristo.de León XIII, en ocasión de la canonización de Pedro Claver.

                             La influencia de Alonso Rodríguez

   En los primeros tiempos sintió dudas acerca de su vocación al sacerdocio, pues le atraían la sencillez y los oficios humildes de los hermanos coadjutores. Esto explica la gran amistad y admiración que sintió en el Colegio Nuestra Señora de Montesión, en Palma de Mallorca donde fue destinado a ampliar sus estudios de filosofía (1605-1608), con el hermano portero Alonso Rodríguez Gómez (1531-1617).1Nota 3​ Nacido en Segovia e hijo de un comerciante en paños, Alonso se había hecho jesuita ya mayor, pues, tras fallecer su padre, tuvo que abandonar sus estudios en Alcalá y encargarse del negocio de familia. Contrajo matrimonio, enviudó y perdió a sus dos hijos, ocasión en la que decidió hacerse religioso.

 América

   Comenzaba su segundo año de estudios teológicos cuando el provincial, accediendo a su deseo, le destinó el 23 de enero de 1610 a las misiones transoceánicas del Nuevo Reino de Granada. Sin despedirse de su familia –el ambiente en casa había cambiado tras las segundas nupcias de su padre–, se fue a pie a Valencia y luego a Sevilla, de donde zarparía en la flota de galeones en compañía del padre Mejía y dos jóvenes sacerdotes.
  Después de una primera toma de contacto con la plaza fuerte de Cartagena de Indias, hervidero de negreros, piratas e inquisidores, se trasladó, en un lento viaje en champán por el río Magdalena y luego a lomos de mula, hasta Santa Fe de Bogotá, donde no estaban aún organizados los estudios de teología, lo que Pedro aprovechó para servir como hermano coadjutor.
   El clima de Bogotá no le sentaba bien, ya que el sol dañaba su salud. Una vez concluidos brillantemente sus estudios en el Colegio y Seminario de San Bartolomé, hoy Colegio Mayor de San Bartolomé y Pontificia Universidad Javeriana, fue destinado al noviciado de Tunja, en tierra adentro, para hacer su "tercera probación", el año que los jesuitas dedican a la espiritualidad tras su formación intelectual. Seguía dudando si hacerse sacerdote. Tanto, que le pidió al provincial que le permitiera seguir de hermano portero, oficio que ejercía en Tunja.

                        «Esclavo de los negros para siempre»

   Pero los superiores le destinaron a Cartagena de Indias, donde fue ordenado sacerdote el 19 de marzo de 1616, a la edad de 35 años, por el obispo dominico fray Pedro de la Vega. Ofició su primera misa en el altar de la Virgen del Milagro de la iglesia de la Compañía. 

    Con su clima caluroso, Cartagena de Indias era, por su posición en el mar Caribe, el principal mercado de esclavos del Nuevo Mundo. Mil esclavos llegaban allí al mes, y los mosquitos y las enfermedades devoraban a los sanos. El precio de compra de un esclavo era dos escudos, y doscientos el de venta.​ Aunque muriera la mitad del «cargamento», el tráfico seguía siendo «rentable». Ni las repetidas censuras del Papa, ni las de los moralistas católicos podían prevalecer contra ese comercio movido por la avaricia. Los misioneros no podían suprimir la esclavitud, sólo mitigarla...
   Pero Pedro Claver se enfrentó con hechos heroicos a esta ignominiosa trata. Pedro interpretó así el sentido de su sacerdocio, y el 03 de abril de 1622, al profesar sus votos perpetuos solemnes, estampó junto a su firma la que sería la gran consigna de su vida:
Petrus Claver, aethiopum semper servus («Pedro Claver, esclavo de los negros para siempre»)
Pedro Claver
    El joven sacerdote siguió a la letra el método empleado por el padre Sandoval. Procuraba enterarse con antelación de la llegada de un barco negrero – hasta ofrecía una misa a quien se lo avisara– y se informaba de que nación venía para procurarse intérpretes, que buscaba por toda Cartagena. Los amos de éstos llevaban muy mal que se los pidieran y recibían a los jesuitas con insultos. Más tarde el propio colegio llegó a comprar los negros intérpretes, grandes colaboradores de Claver. Entre ellos estaban Domingo Folupo, Andrés Sacabuche, José Monzola o Ignacio Soso, que a veces eran empleados en el colegio para otros menesteres, lo que ocasionó dos cartas de protesta del padre general Vitelleschi, quien apreciaba sinceramente la labor de Pedro.
  Acompañado de sus intérpretes acudía Claver al puerto llevando al brazo un canasto cargado de plátanos, naranjas, limones, pan, vino, tabaco, aguardiente y sahumerios.  Ante los ojos desorbitados de terror de los pobres africanos, les decía que él quería ser su padre y pretendía tratarlos bien; que no iba con intención de comérselos, como ellos creían, o maltratarlos, sino para quererles y enseñarles el camino de Jesús. Si alguno llegaba en peligro de muerte, él mismo lo envolvía en su manto y lo llevaba a un hospital.

                     Del «confesonario para negros» al leprosario

  Su afecto a los negros bozales se extendía a su defensa frente a sus amos,  Su confesonario estaba reservado para los negros, mientras que grandes personajes de la ciudad tenían que hacer cola detrás de ellos si querían confesarse con el jesuita. Así lo comentó uno de sus testigos:.
De su predilección por los enfermos daba testimonio una persona negra, pobre y esclavizada que vivía en una choza junto a la muralla, o una ciega que lo visitó fielmente en su bohío durante diez años. Durante la peste de la viruela que se cebó en Cartagena en 1633 y 1634, Pedro Claver se multiplicó para atender a los damnificados hasta agotar a dos y tres de sus compañeros. Su manteo servía de vestido para los desnudos recién llegados, de almohada y de cama para los enfermos. Su intérprete Sacabuche contaba que hubo días en que tuvo que lavar el manteo del padre Claver hasta siete veces. 
   Además, acudía regularmente a la leprosería, Hospital de San Lázaro, cuidada por los Hermanos de San Juan de Dios. Allí barría, arreglaba las camas, daba de comer a los enfermos y les llevaba pequeños frascos de licor. Conseguía mosquiteros, limosnas, medicinas y comida para aquel pobre hospital que era un conjunto de bohíos que llegó a albergar hasta setenta leprosos. Los días de fiesta les llevaba una comida más fina y una banda de música.

                               Defensor de los últimos


   Todo ello, respondía a una profunda vida espiritual. Austero hasta el heroísmo –dormía poco y en el suelo, apenas comía y vestía cilicios, aún con el clima de Cartagena–, tenía dicho al hermano portero que no molestara en la noche a los demás padres cuando venían a pedir sacramentos, sino que acudiesen a él.
  Para la oración le gustaba mirar un libro de imágenes de la vida de Nuestro Señor y se detenía sobre todo en pasajes de la Pasión que recordaba el resto del día. El negro Diego Folupo lo vio elevado del suelo como “caña y media” con los ojos fijos en un crucifijo que sostenían en las manos. Le atribuían numerosos milagros, como resurrección de muertos, clarividencia y profecía.
  Claver enfrentó una pertinaz oposición por parte de las autoridades civiles y comerciales, quienes sospechaban que el ministerio del sacerdote socavaba su lucrativo comercio.​ Pero los traficantes de esclavos no eran los únicos enemigos de Pedro Claver. El misionero fue acusado de exceso de celo y de haber profanado los sacramentos al darlos a «criaturas que apenas poseían alma».​ Claver continuó su trabajo, aceptando todas las humillaciones y añadiendo rigurosas penitencias a sus obras de caridad.

Un final aceptado

   En 1650 y tras predicar la cuaresma por los alrededores de Cartagena, Pedro Claver pretendió entrar en Urabá, región de indios paganos, pero cayó enfermo. La peste había diezmado el colegio de los jesuitas, donde habían fallecido ya nueve miembros de la comunidad. Una parálisis lo redujo a la impotencia y a un tremendo temblor de las manos que, según testimonio del médico, le desaparecía al decir misa.
   Aún logró hacer algunas visitas, gracias a una mula que le dejaron, que estuvo a punto de matarle. Pudo ir también a despedirse de doña Isabel de Urbina, su gran bienhechora, a quien le pidió que en adelante se confesara con su sucesor, el padre Diego Ramírez Fariña. Por entonces, desde la sublevación de Portugal, era raro el arribo de barcos negreros. Pero en 1652 llegó uno lleno de negros araraes. Pedro visitó a los negros, les llevó regalos y los instruyó para el bautismo.
  Así, físicamente impedido, permaneció los últimos cuatro años enfermo, en su celda, prácticamente solo y sin poder casi moverse, en un espantoso estado de abandono por parte de los demás que él, sin embargo, aceptaba.​ Falleció finalmente en la madrugada del 09 de septiembre de 1654.

 Después de su muerte

   Después de su muerte, el gobernador Pedro Zapata y el Concejo de Cartagena solicitaron que se iniciaran los informes sobre la vida y milagros de Claver. Durante el proceso de canonización, resultó particularmente notable el número de hechos extraordinarios, verificados tanto en vida como después de su muerte, y considerados milagros por la Iglesia católica.​ Además se constató el bautismo por su mano y la conversión de negros por millares.​
   Un punto muy analizado hasta hoy es la forma en que Pedro Claver logró comunicar el cristianismo a los esclavos, siendo que se trataba de la religión que decían practicar los amos de los esclavos. Pedro Miguel Lamet, Mariano Picón Salas y otros biógrafos modernos señalan el hecho de que Pedro Claver infundió en los esclavos un sentido de dignidad humana y un valor singular por la vida que representaba una clara subversión de los principios del comercio de esclavos. Una de sus máximas, «Primero los hechos, luego las palabras»,

Canonización

  Las virtudes de Pedro Claver fueron declaradas heroicas por la Iglesia católica el 24 de septiembre de 1747 y ese día se introdujo su causa de canonización. Fue beatificado el 16 de julio de 1850 por el papa Pío IX, y proclamado santo por el papa León XIII, el 15 de enero de 1888.​ El 7 de julio de 1896 fue declarado patrono de las misiones entre los negros y, en 1985, defensor de los derechos humanos.
   Los restos mortales de Pedro Claver se conservan en Cartagena, en el altar mayor de la Iglesia jesuítica que lleva su nombre, donde el papa Juan Pablo II lo honró, rezando ante ellos el 6 de julio de 1986. 

Legado

   La espiritualidad de Pedro Claver inspiró a otros para realizar obras signadas por el carisma que lo caracterizó. La beata María Teresa Ledóchowska (1863-1922), conocida como «madre de África», se entregó a la lucha contra la esclavitud en África. Fundadora de la revista «El Eco de África», organizó una imprenta con el fin de editar publicaciones religiosas misioneras. etc


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