MARTÍN DÍAZ DE CERIO, S.J


                                                                              MARTÍN DÍAZ D’ CERIO, S.J
                                                                                              Escribe: Egly Colina Marín
VIVIÓ PARA EL SERVICIO.




 Nace el futuro sacerdote Martín Díaz D’ Cerio en la Provincia de AZULEJO, (Navarra) España, el 11 de febrero de 1928.

 El 24 de septiembre de 1945 ingresa al noviciado de Loyola y es ordenado sacerdote el 16 de julio de 1959 y hace sus votos perpetuos el 15 de agosto de 1962.

 Como sacerdote Jesuita, emprende su misión evangelizadora y viaja a Caracas, República de Venezuela, siendo designado al Estado Falcón. 

 Llega a la Península de Paraguaná en el año 1967 constituyéndose en el Párroco de la Iglesia de Carirubana, municipio Carirubana, por dos años y seguidamente fue destinado a la Parroquia de Santa Ana hasta 1982.

Conociendo al Padre Martín, por haber sido nuestro amigo, además de sacerdote, puedo afirmar, que en él, se conjugaban: el sagrado ministerio el cual ejercía con humildad y paciencia, el amor por los niños, los ancianos y muy especialmente por la ebanistería, la que trabajaba no solo con pasión sino con profesionalismo, ejecutando bellas piezas consistentes en puertas, techos, ventanas, camas, y ceibó las cuales donaba a las personas de su afecto o necesidad.

A partir de 1983, es designado por la superioridad para la Diócesis de Barquisimeto, para ejercer su ministerio pastoral y subsecuentemente gerenciar un trabajo cooperativo para una asociación cafetalera.

De su permanencia en Santa Ana, podemos dar fe de su entrega, amor al prójimo y dedicación al trabajo, no solo el de evangelización, sino además como un gran maestro, quien transmitió sus valiosos conocimientos a “sus alumnos” que lo solicitaban. Muestra de ello, aún permanecen los techos, mesas, puertas, closet y otros enseres propios del hogar construido con sus manos, sin otro instrumento esencial, podríamos calificarlo de orfebre.

Hombre parco, enérgico, contundente y directo a la hora de predicar “La Palabra”, sin embargo, hizo amistad con los cercanos a su edad con quienes compartía para tocar la guitarra, y deleitaba con su arte. La caza de conejos, otra de sus distracciones y su eterno compañero un “puro”. Posteriormente es designado a la casa de retiro San Javier del Valle, en el Estado Mérida, Venezuela, donde permaneció hasta un mes antes de su fallecimiento, ocurrido en Caracas, el 21 de mayo de 2013. 

Fue un enviado del Señor para reactivar nuestra fe. Sus cenizas reposan en el “Jardín del Recuerdo” en el Colegio San Ignacio de Caracas. Paz a sus restos.



                  !HONOR, A QUIEN HONOR MERECE!

















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