FLORENTINO GONZÁLEZ


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                                                                                                                  FLORENTINO GONZÁLEZ

Periodista, que atacó con vehemencia a Bolívar. Nació en el departamento de Santander en 1805. En Bogotá, estudió en el Colegio de San Bartolomé, y se hizo bachiller y doctor en Jurisprudencia en 1825. El 25 de septiembre de 1828 tuvo decisiva participación en la conjura contra Bolívar, hecho por el cual fue condenado a muerte pero, cuya pena le fue conmutada por la de prisión solitaria durante 18 meses.

Fue amigo y partidario de Santander. En los años siguientes, ocupó destacados cargos, entre ellos el de Secretario de la Convención Constituyente de Cundinamarca, y fue uno de los redactores de esa Constitución.

Escribió sus memorias en Buenos Aires (Argentina) en las que relata episodios diversos de su vida. En tal escrito, González prepara con habilidad el ambiente, haciendo figurar en él una fuerza invisible de opresión que va fantaseando y adecuando para justificar la conspiración contra Bolívar.

Se sumó a los grupos anti-bolivarianos que se formaban en Santa Fe, a los que Santander no era ajeno. Sin embargo, cuenta González en sus memorias: “Cuando yo puse en su conocimiento el plan, la razón con que procedimos a usar el derecho de insurrección contra el usurpador, Santander me dijo: ‘No podré desaprobar nunca los esfuerzos que se hagan para restablecer el gobierno que el pueblo de Colombia cedió y que el general Bolívar ha destruido’. 

Luego le pide a Florentino que, si esa revolución sigue adelante, se produzca cuando él, Santander, ya haya salido del país, ‘pues va a decirse que yo he promovido esa revolución y que la he promovido por ambición personal y no por el noble deseo de restituir la libertad de mi país’”. Coincide con Florentino en que Bolívar se había vuelto un dictador. González afirmaba que “Bolívar quería la dictadura de la Nueva Granada y sustituir en el poder a los juristas, con una soldadesca sin Dios ni ley”. Desoyó lo que Bolívar había dicho en junio de 1825: “Como todos los peligros han pasado (se refería a los españoles), puedo decir que mi espada ya es inútil… con ella he gobernado en medio de los combates y de las revoluciones. Ahora es el reino de la ley”. Pero, se vio obligado a asumir la dictadura porque conocía lo que se fraguaba.


González fue acumulando desconfianza y rechazo hacia Bolívar por la forma como manejó la rebelión de Páez contra el Libertador, y éste, en vez de un castigo ejemplar, lo llenó de honores y autoridad, lo que también golpeó la autoridad de Santander. Así, en sus memorias dice: 

Yo no juzgo con pasión; yo no estoy animado del rencor por agravios personales, que nunca recibí de aquel hombre grande; yo he adorado a Bolívar como un dios hasta 1826, y no me coloqué en las filas de la oposición que lo hizo caer sino cuando todas la esperanzas de orden, de paz, de progreso y de felicidad para mi patria que confiaba en él, se desvanecieron, viéndolo colocarse del lado de los que habían despedazado la Constitución y tratar ésta y las leyes con insultante desprecio”.


La comunidad de pensamiento con Santander se hizo evidente cuando rehusó tomar posesión como Presidente, por hallarse Bolívar en Venezuela: “Yo no puedo mandar en Colombia, como Vicepresidente sino es con arreglo a esa Constitución, que ha sido vilipendiada y destrozada, y que no tengo medios de establecer, ¿A qué fin prestar un juramento que no tengo medios de cumplir?”.

González relata el regreso de Bolívar a Santa Fe, recibido con frialdad, cesando así la anómala situación de que una nación estuviese gobernada por dos jefes, que daban órdenes desde distintos puntos. El ambiente hostil que rodea a Bolívar justifica aún más su decisión de asumir la dictadura acordada en reuniones, que sus opositores juzgaron ilegales. Entre las decisiones que tomó se destaca que, en caso de conspiración, los juicios serían breves y a cargo de la justicia militar, como en efecto sucedió.


En el camino de la conspiración y el intento de dar muerte al libertador dice Florentino: “Recordamos todos los sucesos escandalosos que habían precedido a este acto que pretendían legalizar la usurpación y espantados por el porvenir que nos esperaba… formamos en aquel mismo día una junta revolucionaria secreta de siete personas, que se comprometieron a obrar […] 
El general Santander era vicepresidente constitucional, todos reconocíamos en él, al depositario del poder legal, que se encargaría del gobierno de Colombia” [...] Este fue el plan que se puso en conocimiento del general Santander”. Ya anoté inicialmente que Santander estuvo de acuerdo pero pidió que lo dejaran al margen de ese plan y reafirmó su deseo de salir del país, en misión diplomática que Bolívar le había ofrecido y se frustró por la conspiración a la que fue vinculado judicialmente, pese a sus dudas sobre lo que se preparaba. 

...Continúa Florentino: “Estaba convenido y dispuesto por la Junta Directiva que Bolívar y sus ministros debían ser aprehendidos y puestos a disposición del jefe constitucional” (Santander). Tercamente, González quería que el “Hombre de las Leyes” (como Bolívar había llamado a Santander) jugara un papel que éste no quería. Uno de los confabulados, el venezolano Carujo, quiso actuar por cuenta propia, adelantándose, lo que González consiguió impedir, y éste escribe en sus memorias: “El secreto no se había guardado religiosamente entre todos los comprometidos […] no era ya el secreto de los conjurados sino el secreto de la población de Bogotá”.


Deciden actuar con sigilo y rapidez. El jefe del Estado Mayor, Coronel Guerra, era cabeza del grupo conspirador, el Coronel Carujo su ayudante y quien redactaba las órdenes necesarias. A la hora de la verdad, Guerra flaqueó y desapareció sin firmar las órdenes. Dice González: “Refiero los hechos como pasaron, para que la verdad quede consignada en la historia […] grandes peligros íbamos a arrastrar, cuya consideración era capaz de doblegar el corazón más bien puesto […] 

A las doce de la noche fue asaltado el palacio de Bolívar y el cuartel del batallón que lo defendía. Doce ciudadanos unidos a 25 soldados, al mando del coronel Carujo, forzamos la entrada del palacio para capturar a Bolívar, vivo o muerto”. Lograron dominar la guardia e ingresar en la alcoba pero, Bolívar se había escapado por una ventana, ayudado por su amante Manuelita Sáenz. Los complotados se escaparon, luego de matar a dos oficiales y herir a otro.


Vino la reacción no siempre justa. El almirante Padilla, que no había participado ni sabía de la conspiración, fue fusilado; también el coronel Guerra, que se había hecho a un lado, y otras personas. Santander, condenado a muerte, que Bolívar cambió por expulsión del país.

Florentino González fue capturado en Socorro (Santander), adonde había huido. Con grillos fue traído a Bogotá, juzgado y condenado a una pena muy benévola, 18 meses, quizá porque los jueces ignoraban su papel determinante en los hechos. Carujo se fugó a su patria, Venezuela, donde siguió conspirando. González viajó a Europa y Sudamérica, y en Buenos Aires publicó sus memorias donde permaneció largos años y fue profesor Universitario. Entre sus obras se señalan: Elementos de Ciencia Administrativa y Lecciones de Derecho Constitucional.

Ocupó luego importantes cargos en Colombia, ya muerto Bolívar. Una de sus principales preocupaciones fue luchar contra la protección de la incipiente industria, y defender el libre comercio y la división internacional del trabajo: países industrializados y países agricultores. Colombia lo cuenta como una de sus más eminentes figuras en el foro del siglo XIX. Murió en el año 1875.


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